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Juntos, ¿y revueltos?

Las fotos son decisivas en política. El diseño de la foto (momento, entorno, protagonismo e instrumentalización), es lo que las convierte, muchas veces —incluso demasiado— en símbolo político. Estas imágenes ilustran, enmarcan y proyectan mucho más que el testimonio de lo que reflejan: son significado, también. La fotografía de Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba, que culmina su acuerdo político de cara a la cita del próximo Consejo Europeo, es muy relevante, por muchas razones.

El presidente del Gobierno se enfrenta a una reunión con nuestros socios europeos en donde, una vez más, se va a poner en tensión —y duda— la ecuación entre velocidad de las reformas e intensidad y profundidad de las mismas.  Cuando te ayudan, te condicionan. Cuando te condicionan, pierdes autonomía política, es decir, soberanía. En este contexto, un acuerdo entre el Gobierno y el primer partido de la oposición es algo más que un apoyo inestimable, cuando se trata de negociar antes de hacerlo. Puede verse, también, como un aval a la negociación y al resultado. Las fotos no siempre trasladan, con la misma claridad, el momento que refleja la instantánea y sus condiciones. La imagen persiste y se recuerda, adquiriendo nuevas capas de interpretación no siempre coherentes, o coincidentes, con la foto «original» y su contexto. Esto les puede suceder a los dos dirigentes, pero en especial a Rubalcaba, que no asistirá a la reunión (y negociación) de líderes de los gobiernos, ni a la rueda de prensa posterior de Rajoy, donde detallará el resultado del encuentro y sus consecuencias políticas.

Una foto así, para decidir su realización, debe relacionarse con cuatro objetivos: los de Estado, los políticos, los partidarios y los personales. Y, siempre, debe compensar, además de interesar. Los sacrificios se valoran —y se matizan— en relación a los supuestos beneficios, sean de ámbito doméstico o general. Sin estrategia, y sin resultados, win-win (ganar-ganar) es difícil que las fuerzas políticas acuerden y pacten, aunque sea conveniente para el país o para los ciudadanos a los que representan. Esta es la realidad que, más que cicatera o egoísta, es certera y normal cuando los que pactan también rivalizan.

Rubalcaba se hace la foto hoy después de que hemos sabido, hace ya muchos días, que su acuerdo es sólido y real. La distancia entre el acuerdo y el testimonio gráfico ha permitido —intencionadamente o no— disociar, en parte, la foto del pacto. Esta semana Rajoy se encuentra en plena ofensiva sobre la reforma de las administraciones (ayer y hoy con la Comisión para la Reforma de las Administraciones Públicas [CORA], en La Moncloa, y mañana en el Consejo de Ministros que la aprobará) llevando la iniciativa mediática y el ritmo del relato político. La foto de hoy tiene que ver con otro contexto (el europeo), pero ilustrará la realidad de esta semana, entre otras cosas. Este es el reto para Rubalcaba: cómo parecer juntos y no revueltos, cuando la imagen se separa tanto del acuerdo político inicial. Hay riesgo real para él, porque la posibilidad de obtener una nítida fotografía, pero que desenfoque su política y los límites de la naturaleza del acuerdo, son más evidentes. Además, hay un murmullo de fondo en su propio partido, con repercusiones —quizá— entre dirigentes, una militancia alicaída y un electorado desorientado todavía.

Este pacto, además, ha recibido el rechazo de la mayoría de fuerzas políticas restantes, agudizando la posible percepción de un acuerdo más bipartidista que político. Más de intereses de parte, que generales. Otro desafío y dificultad añadidos para Rubalcaba, creo. Y si bien es cierto que para un acuerdo político hacen falta cuatro elementos (voluntad negociadora, interés político, método y beneficio comunicativo), la realidad es que la imagen no incluye (por autoexclusión, por disenso o por falta de voluntades de las partes) al resto de las fuerzas políticas. Tampoco a aquellas que, tradicionalmente, han mostrado su apoyo a los gobiernos de turno en los temas europeos.

Esta foto generosa, y probablemente útil, puede parecer incomprensible dependiendo de cómo se gestione y cómo se perciba el resultado del acuerdo. Este es el dilema para ambos, en especial para Rubalcaba.

La imagen generará controversia, a pesar de que hay una mayoría de la opinión pública que desea grandes acuerdos. Y, seguramente, los necesitamos. Hacerla sin estrategia win-win puede ser letal para ambos, aunque, como en todo, resultará más peligrosa para quien no pueda controlar el tiempo, el proceso y el momento. Las fotos se quedan. Y son difíciles de olvidar. Veremos si es la primera de un álbum de fotos, de más acuerdos «de fondo», como él desea, o la última. Que se comprenda y se entienda marcará su utilidad y beneficio.

Publicado en: El País (20.06.2013)(blog ‘Micropolítica’)

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