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Pregón del LAAAB: Los nuevos territorios de la tecnopolítica

Ha llegado el momento de ampliar y profundizar el debate sobre la transición digital. Desde el ámbito público y el privado estamos decidiendo la forma y los límites que tendrá la sociedad digital en los próximos años. Aquellos temas que, de una forma u otra, están relacionados con la digitalización de nuestras vidas ocupan un espacio cada vez mayor en la agenda pública. Por eso creo que LAAAB llega justo a tiempo y en el entorno adecuado. Necesitamos debates que generen ideas, hubs que conecten personas, laboratorios que diseñen prototipos y Administraciones que se atrevan a cogobernar lo público.

Quizá lo primero que necesitamos para aumentar el perímetro del debate es identificar y dar a conocer nuevos conceptos. En mi caso, me gustaría profundizar en la idea de tecnopolítica como el principal producto sociopolítico que ha surgido de la transición digital.

Se trata de un término y un campo transversal, que contiene todos los usos y concepciones de las herramientas para la comunicación, organización y acción colectiva, y que también pretende estudiar los cambios que genera la propia digitalización, relacionados especialmente con el empoderamiento de la ciudadanía gracias a las nuevas tecnologías. La tecnopolítica es, en definitiva, un hilo a través del cual reseguir fenómenos diversos pero que tienen en común un componente tecnológico y otro de transformación social.

Un ejemplo de ello podría ser el de la ciudadanía inteligente como causa y consecuencia del empoderamiento, o lo que es lo mismo, unas herramientas tecnológicas que han permitido hacer efectivos mecanismos de participación y fiscalización del poder —la famosa política vigilada— de los que no disponíamos.

En este contexto emergen también nuevos comportamientos digitales que deben permitirnos mejorar nuestra comprensión de los fenómenos sociales. Ámbitos como la nueva demoscopia o el estudio de los hábitos de los consumidores están creciendo conforme van apareciendo nuevas metodologías de captación y análisis de datos.

El estudio de estos comportamientos nos permite detectar y entender todo tipo de novedades respecto a la relación entre las personas y las distintas herramientas que tienen a su alcance. Un ejemplo reciente es la tendencia a la desintoxicación digital, un fenómeno que va acompañado de un empeoramiento de la percepción social respecto a los gigantes tecnológicos que han marcado el ritmo de la web social hasta hoy. Las redes sociales debían ser un elemento fundamental para la profundización democrática pero hoy este rol está siendo cuestionado, hasta el punto de que se está poniendo en duda su capacidad de sobrevivir sin unos parámetros de transparencia y gestión más acordes con su propósito.

Volviendo al ámbito sociopolítico, la economía de plataforma está planteando nuevos retos en materia de regulación, rediseño de los entornos y las relaciones laborales, así como en las organizaciones que han velado por ellas, como son los sindicatos, o de sectores que han sido protagonistas de nuestro modelo productivo, como pueden ser el turismo o el transporte.

Estamos entrando en una segunda fase en lo que se refiere a la utilización de la tecnología para la profundización democrática y la innovación social. Del optimismo descontrolado de hace unos años al escepticismo actual. La agenda de la digitalización ha cambiado. Aspectos como la gestión de nuestros datos digitales o el impacto de las nuevas plataformas en la economía eran prácticamente desconocidos para la mayoría, y ahora forman parte de nuestro día a día.

Debemos preguntarnos si la tecnopolítica transforma en algún punto nuestra concepción de soberanía. En muchas ocasiones, cuando hablamos de las implicaciones de la globalización y el uso de nuevas herramientas lo ligamos con una redistribución del poder. El error es pensar que el poder queda mejor distribuido en este nuevo contexto, cuando simplemente es un poder más difuso (no más equitativo). Debemos preguntarnos (y estudiar a fondo) a qué voluntades responden las nuevas realidades tecnológicas y reclamar soberanía para el ciudadano en un escenario donde el poder tiende a una menor rendición de cuentas.

Por eso creo que es más importante que nunca ordenar el debate. Trabajar para entender cuáles son las consecuencias de las tecnologías que utilizamos y los datos que generan, ser conscientes de la capacidad real de la ciudadanía para intervenir en los asuntos públicos. En definitiva, asumir que estamos en una fase en la que ser capaces de diseñar y participar en el proceso de digitalización será clave. Como apunta el tecnólogo Andrew Keen, nos toca arreglar el futuro.

Este artículo es el post inaugural que ha acompañado la presentación de LAAAB, Laboratorio de Aragón Gobierno Abierto (publicado el 2.05.2018)

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