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La paciencia en política

Rajoy y Rubalcaba se parecen mucho y —al mismo tiempo— no representan lo mismo, obviamente. Sus trayectorias políticas y públicas son paralelas y se han entrecruzado en más de una ocasión. Pero hay una característica personal, de los dos, que se ha convertido en proyecto estratégico y recurso táctico simultáneamente: se trata de la paciencia.

La paciencia en política es una virtud escasa en tiempos acelerados, de exigencias cortas y respuestas rápidas. Es cierto que los retos nos obligan a encontrar soluciones urgentes y que la paciencia, cuando es pasiva y resignada, parece claudicación e impotencia. Pero hay otra versión de la paciencia: la que se trabaja, no la que se acepta. La que se cultiva, no la que se padece.

Rajoy la pide constantemente. Por ejemplo, en el reciente viaje a Brasil, tras la cumbre del G20 en México, afirmó «que España saldrá adelante con arrojo, determinación y paciencia». Y Rubalcaba ha pedido, también, calma y comprensión, al restar importancia a que el PSOE no se aproveche de la pérdida de confianza en el PP que reflejan las encuestas. «Que el PP se esté desgastando es normal y que el PSOE mejore poco a poco también», ha dicho Rubalcaba. «Eso es normal porque nos fuimos bastante mal», añadió. También el presidente Obama pidió recientemente «paciencia» a la sociedad y recalcó que el país superará la actual crisis financiera, subrayando que las últimas iniciativas ayudarán a reforzar las «señales de progreso» ya detectadas en el sistema. «Nos recuperaremos de esta recesión», concluyó.

La serenidad que los dirigentes del PP y del PSOE aparentan, sería -quizás- un síntoma de inteligencia táctica, por conocimiento o por convicción (o bien por astucia o fe). Pero igual podría ser un reflejo de la falta de respuestas, o de la creencia, tan arraigada en nuestra cultura popular, de que el tiempo lo cura todo.

Paciencia y esperanza van de la mano. Se puede esperar, se puede aceptar el sacrificio hoy, si se espera recompensa mañana. Pero la paciencia, en un contexto tan frágil de confianza política, se agota fácilmente. Especialmente cuando los resultados tardan más de lo deseable o soportable y los primeros síntomas de mejora no llegan a todos por igual, o con la rapidez necesaria. Así, los que practican y predican la paciencia pueden ser las primeras víctimas de su persuasión fallida o de su incapacidad predictiva, liberando una corriente imparable de impaciencia. De ahí a la ira, hay un paso.

Es probable que Rajoy y Rubalcaba hayan leído a los clásicos Jean Jacques Rousseau (La paciencia es amarga, pero sus frutos son dulces), Walter Scott (El que sube una escalera debe empezar por el primer peldaño) o Jean de la Fontaine (La paciencia y el tiempo hacen más que la fuerza y la violencia). O bien que hayan buscado refugio e inspiración en Benjamin Franklin: «Quien tiene paciencia, obtendrá lo que desea». Y que con estas lecturas hayan reforzado sus convicciones y su personalidad. O que hayan encontrado fortaleza de ánimo, repasando sus vidas cruzadas en el refranero popular y puedan pensar —el uno del otro— lo que el dicho apunta con tanto tino: «Cuando fuiste martillo no tuviste clemencia; ahora que eres yunque, ten paciencia».

Sea como fuere, no son buenos tiempos para la paciencia. Y esto es lo relevante para quien pide lo que ya no se fía. Los ciudadanos (y los electores) no van a dar mucha tregua. La irritación es un estado de ánimo contagioso. Y el desánimo y la angustia han dado paso a la desesperación. Las encuestas son concluyentes. La paciencia de los ciudadanos con la política, con los partidos, con las instituciones democráticas está seriamente dañada. Nunca como hasta ahora. Y el rumor de fondo es cada vez más audible. El populismo avanza. Los que promueven que sobran políticos y administraciones acabarán diciendo que sobran instituciones. El caldo de cultivo está ahí.

Nelson Mandela, líder moral y ex presidente de Sudáfrica, recordaba un proverbio de su país para alertar de la capacidad limitada de paciencia de su pueblo: «Cuando el agua está hirviendo, es inútil apagar el fuego». No hay pasos intermedios. Quien abuse de la paciencia, de la buena fe, de la resignación, acabará desbordado. O quemado.

Publicado en: El País (4.07.2012) (blog Micropolítica)
Fotografía: Kevin Grieve para Unsplash

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13 COMENTARIOS

  1. ¿Es paciencia o algunas otras posibilidades que apuntas? Creo más en lo segundo, en el corcho que hace poco escribías refiriéndote a Rajoy. En la política cercana me parece que predominan la visión cortoplacista y el interés propio.

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