La palabra «no» es tan breve como poderosa. Decir «no» suele ser sinónimo de rechazar, de ir a contracorriente, de romper el imaginario colectivo, de hacer trizas lo que otros han construido para nosotros… Por eso, a menudo, nos cuesta pronunciarla.
Sin embargo, el «no» es la primera palabra que los niños pequeños utilizan para autoafirmarse y marcar límites. Es el inicio de su independencia. Es, en esencia, un acto de libertad temprana. El progreso en la ciencia, la economía o la política nace de atreverse a decir «no» a tiempo, de desafiar lo establecido. A veces, significa responsabilidad ante lo que sucede, no quedarse impasible ante lo que consideramos inadmisible, irracional, intolerable… Decir «no» es decir «estamos aquí» y podemos decidir por nosotros mismos. Y, a menudo, decir «no» también puede ser bello.
La historia está llena de «noes» que transformaron el mundo, y algunos cambiaron el curso de los acontecimientos. Rosa Parks se negó a ceder su asiento en un autobús en 1955 y ese gesto encendió el movimiento por los derechos civiles en EE. UU. En Chile, el plebiscito de 1988 significó un «no» rotundo a la dictadura de Pinochet, abriendo el camino a la democracia. Y, en 2013, Joseph Ratzinger renunció al papado rompiendo una tradición secular y mostró que la libertad también consiste en dejar ir el poder.
El «no» puede ser íntimo y revolucionario, tomar forma de resistencia colectiva y recordarnos que la inacción, a veces, es una forma de aceptar lo inaceptable. En 2017, el movimiento #MeToo supuso clamar un rotundo «no» al abuso y a la impunidad, demostrando que negar la complicidad es el primer paso para cambiar estructuras enteras de poder.
Cada uno de estos «noes» —públicos o íntimos, históricos o recientes— nos recuerda que negarse no siempre es destruir. Es sostener la propia libertad frente a la presión del mundo, romper inercias y explorar posibilidades que parecían impensables. Decir «no» puede ser el acto más creativo y valiente: la afirmación de nuestra autonomía, el primer paso para abrir nuevos caminos. Es con el «no» como se afirma la libertad y la dignidad de un individuo: rechazando y, por tanto, cambiando lo que parecía inmutable.
Publicado en: La Vanguardia (04.08.2025)
Fotografía: Rosa Parks sitting on a bus in Montgomery, Alabama, 1955 (Encyclopædia Britannica)
Enlaces de interés:
Elogio de la negación, de Octavio Paz. Discurso inaugural de la feria del libro de Fráncfort (29 de septiembre de 1992)