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No esperan el cambio: lo ejercen

La revista El Ciervo, en su número 813 (Septiembre/Octubre 2025), mira hacia el futuro. En los próximos 25 años, los que faltan para que la revista cumpla 100, el mundo va a ser gobernado por los jóvenes que hoy tienen menos de 30 años.

Tengo el placer de contribuir de nuevo con un artículo que forma parte de distintos bloques temáticos, que ponen el foco en el Horizonte 2050, abordando cuestiones diversas.

En mi caso, escribí este texto, que comparto a continuación.

Mi último ensayo Polarización, soledad y algoritmos. Una radiografía de las nuevas generaciones (Siglo XXI Editores, 2025) es fruto de un largo proceso de análisis e investigación. Y para este proyecto contamos con sus protagonistas: las y los jóvenes de la generación Z, llevando a cabo dos focus groups en Madrid y Barcelona.

Estos nativos digitales, jóvenes, nacidos entre 1995 y 2012, incapaces de recordar un mundo sin internet, se preparan para tomar las riendas en una sociedad profundamente polarizada.

Han crecido con múltiples crisis: atentados, recesiones, cambio climático… y eso les ha dotado de realismo más que de ingenuidad. Son críticos, desconfiados, conscientes de que el mundo no mejora por sí solo. Esa desconfianza se traduce en frustración hacia un pacto intergeneracional que no ha cumplido con sus promesas.

Este descontento, sin embargo, no es nihilista. La esperanza no está rota, pero sí maltrecha. Para que salde sus cuentas con el futuro, deben reconciliar el horizonte perdido, el deseo de creer que todo lo posible aún está por venir. La pregunta que nos podemos hacer es: ¿cómo restauran ese sentido de horizonte mientras lidian con sentimientos como la soledad o batallan con la desigualdad o el ruido digital?

Primero, se enfrentan a una doble pandemia: la de la ansiedad y la del aislamiento. Aunque hiperconectados, muchos se sienten solos, atrapados en burbujas algorítmicas que reproducen sus propias opiniones, sin relación ni comunidad real. Este aislamiento afecta su salud mental y su capacidad de acción colectiva.

Aunque, detrás de la tecnología, también surge su revitalización social. Están rompiendo el estigma sobre la salud mental, hablando, buscando ayuda, exigiendo fuentes fiables y más herramientas comunitarias. Muestran un activismo digital responsable, una conciencia política y social profunda: contra la misoginia, el odio, la ignorancia emocional están reagrupando su discurso en favor del cuidado mutuo.

Segundo, viven en la cultura del acceso: valoran la suficiente propiedad, pero exigen velocidad, flexibilidad y resultados a corto plazo. No les motiva una promoción incierta, buscan impacto inmediato. Eso desafía las estructuras formales de la carrera laboral y demanda nuevos modos de relación en las organizaciones.

Esta generación no crecerá con la promesa vacía de la estabilidad, sino con un contrato diferente: adaptabilidad, aprendizaje permanente y pertenencia. Exigen feedback real, propósito, flexibilidad y espacios auténticos de comunidad. Quieren ser parte de la solución, no espectadores críticos instalados en los problemas permanentes.

El algoritmo no es inocente: empuja a la polarización y a la soledad. Pero crea también capacidades nuevas: competencias mediáticas digitales, conciencia sobre el discurso, y una urgencia por entender y combatir la desinformación. Estos jóvenes rechazan la pasividad. Fueron los primeros en asociar bienestar y responsabilidad intergeneracional, pero exigen herramientas reales.

Entonces, ¿cómo afrontarán el mundo? Creo que con resiliencia digital, activa y colaborativa. No pretenden reproducir los liderazgos del pasado. Seguramente, hagan política de lo pequeño a lo grande, desde los colectivos locales hasta las plataformas globales. Quizá se organizarán en redes que pueden ser tan poderosas como los partidos tradicionales, pero más flexibles, híbridas y orientadas al impacto.

Requieren que recapitulemos ya la conversación intergeneracional: que no impongamos soluciones, sino que construyamos plataformas donde se escuchen sus frustraciones, sus propuestas y sus emociones.

Porque si algo observo, es que no están esperando que el cambio venga de arriba: lo ejercen, lo producen con redes, cuidado comunitario y acción digital. Solo necesitan que las instituciones aprendan a acompañarlos, no a dirigirles.

Más que el relevo generacional, estamos ante una transformación generacional: creo que nacerá un liderazgo que valora la comunidad, la verdad, la salud mental y el trabajo digital. Ellos y ellas están listos. La pregunta es si nosotros, los que hemos gestionado el mundo en los últimos cuarenta años, también lo estamos.

Publicado en: El Ciervo, en su número 813 (Septiembre/Octubre 2025)
Fotografía: Leonardo Basso para Unsplash

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