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La nostalgia autoritaria atrapa a los jóvenes

Algunos jóvenes españoles añoran a Franco. Y lo mismo sucede en Alemania con el nazismo y en diversas partes del mundo con otros autócratas del pasado. ¿Por qué? ¿Puede sentirse nostalgia por una situación que nunca se ha vivido en primera persona, por unos hechos que no existieron y por unos personajes que tampoco fueron como se perciben?

Una camiseta pirata de la selección alemana se ha convertido en el souvenir más popular de Mallorca este verano. No se trata de cualquier camiseta, e incluso los vendedores ambulantes la comercializan más cara que el resto. Tampoco hace referencia al fútbol. Es un homenaje al nazismo gracias a que lleva el nombre de Führer y un número 44, que recuerda al logo de las SS, el escuadrón paramilitar al servicio de Adolf Hitler.

En Alemania, la customización de la camiseta con ese nombre ha sido prohibida y la marca Adidas ha retirado todos sus modelos con el número 44. De ahí que su disponibilidad en los top manta mallorquines genere sensación entre muchos turistas alemanes que simpatizan con el partido político de extrema derecha Alternativa para Alemania. No es extraño, si se tiene en cuenta que en las elecciones federales de febrero de este año quedó en segundo lugar con el 20,8% de los votos y fue la principal opción para los hombres menores de 24 años, entre quienes cosechó un 27% de apoyo.

La anécdota no es un hecho aislado. Revela mucho sobre la generación Z: buena parte de sus miembros se sienten frustrados con la democracia y empiezan a ver con buenos ojos opciones políticas autoritarias.[1] La situación no se limita a Alemania. Se repite en diversas partes del mundo, según corroboran varios estudios que cito en mi libro Polarización, soledad y algoritmos. Una radiografía de las nuevas generaciones.[2] En casos extremos, algunos jóvenes rechazan la acción de los gobiernos elegidos democráticamente en sus países, mientras que vanaglorian a regímenes autocráticos extremistas que dominaron el poder hace décadas.

España tiene su propia manifestación de nostalgia autoritaria. En las redes sociales ha empezado a ganar popularidad la figura del dictador Francisco Franco. La tendencia se hace sentir en los institutos, como revela un reciente reportaje de El País[3] que destaca que cada vez son más los estudiantes, sobre todo chicos, que se suman a la ola. De esta manera, parte de la generación Z se embarca en una sorprendente cruzada de revisionismo histórico.

Las causas del fenómeno

La añoranza de los jóvenes por regímenes y líderes autoritarios no surge de la nada. Es fruto de un caldo de cultivo que tiene tres grandes ingredientes: la insatisfacción con la situación actual, el sentimiento antisistema y la influencia de las redes sociales.

Los jóvenes son menos felices que antes. Las últimas entregas del Informe Mundial de la Felicidad[4] revelan que, en las regiones económicamente más desarrolladas, como América del Norte, Europa Occidental y Oceanía, los menores de 30 años han dejado de ser el grupo poblacional más feliz. La precariedad laboral,[5] las crecientes dificultades para independizarse[6] y la incertidumbre y vulnerabilidad ante crisis como el calentamiento global[7] hacen que cada vez se sientan más pesimistas sobre el futuro. Muchos dudan de que algún día puedan llegar a comprar una casa o incluso que les sea posible jubilarse.[8] Esto alimenta un profundo resentimiento y una desconfianza en la clase política gobernante, que sienten que no los escucha ni está interesada en resolver sus problemas.

Se generan así las condiciones para que los jóvenes respalden políticamente opciones de cambio, aunque en muchas ocasiones esas alternativas defiendan posiciones extremistas. Para muchos, su rechazo a la situación actual no queda satisfecho apoyando a la oposición tradicional. Sus dudas sobre el sistema político en general los llevan a sentir atracción por alternativas que proponen romperlo todo. Borrón y cuenta nueva. Y esa visión también les hace pensar que ciertas figuras controvertidas del pasado no pueden ser tan malas como se ha dicho a lo largo de la historia. Para algunos, Hitler y Franco han dejado de ser dictadores asesinos y han pasado a ser personajes vilipendiados por un sistema en el que ellos ya no confían. Reivindicarlos se transforma en otra expresión de rechazo.

Las redes sociales son la guinda de este pastel. Sus algoritmos propician el reforzamiento de ideas y la radicalización, al encerrar a sus usuarios en cámaras de eco.[9] Además, el auge de los vídeos cortos favorece la difusión de ideas simplistas y sin contraste. Por ejemplo, como declaró un chaval de 15 años en el citado reportaje de El País, “está claro que Franco hizo cosas mal. Pero también hizo algunas bien, que hoy en día se agradecen. Como la construcción de presas. O cómo organizó y levantó España después de una guerra”. Algunos influencers, figuras que son seguidas por el 73% de los menores de 25 años en España,[10] alimentan también esta tendencia.

La nostalgia como vía de escape

En este escenario surge el sentimiento de la nostalgia como un escape de la realidad. La emoción no es totalmente espontánea, sino inducida por actores políticos conscientes del rédito que pueden obtener. En la última década, Donald Trump y la extrema derecha europea han centrado sus relatos en la idea de que el pasado era mejor y hay que volver a él.

Han tenido éxito. En 2018, un estudio de la Fundación Bertelsmann[11] advertía que casi el 70% de los europeos podían ser calificados como “nostálgicos” porque consideraban que el mundo era mejor antes. Los hombres eran más propensos a sentirse así que las mujeres, al igual que los desempleados, los económicamente ansiosos y los que se consideraban parte de la clase trabajadora. En ese entonces, los menores de 35 años sentían menos nostalgia que la media. Pero, como se ha dicho en el apartado anterior, en los últimos años la generación Z ha desarrollado sentimientos que la hacen identificarse en mayor medida con las emociones que sienten aquellos que tienen preocupaciones económicas.

En su obra póstuma Retrotopía (Ediciones Paidós, 2017), Zygmunt Bauman ya advertía sobre lo que está ocurriendo. Decía que, cuando se pierde la fe en la construcción del futuro, se tiende a volver a las ideas del pasado que habían estado abandonadas: “El pasado es sólido, macizo e inapelablemente fijo. Sin embargo, en la práctica de la política de la memoria, futuro y pasado han intercambiado sus respectivas actitudes”. Pero, ¿realmente se puede hablar de volver al pasado si lo que se idolatra es una forma distorsionada de lo que fue, algo que verdaderamente nunca existió?

De la nostalgia a la anemoia

La nostalgia es poderosa. Nos conecta con vivencias reales. Pero, entre los jóvenes que nunca conocieron el mundo sin crisis, sin precariedad ni pantallas, el sentimiento que emerge es otro: la anemoia, la añoranza por un tiempo que no vivieron. Un pasado idealizado, muchas veces artificial, que se convierte en refugio emocional y político.

La palabra anemoia es relativamente reciente. Describe un fenómeno que se refiere a un tiempo o un lugar que uno nunca ha experimentado antes (a diferencia de la nostalgia, basada en el recuerdo, en experiencias reales del pasado). El concepto, creado por John Koenig, un escritor que inventa palabras para describir emociones complejas que no tienen un nombre específico en los idiomas existentes, aparece en su obra The Dictionary of Obscure Sorrows.[12]

Los partidos tradicionales siguen apelando a la nostalgia: a las grandes conquistas sociales, a las luchas ganadas, a las utopías perdidas… Pero la generación Z no estuvo allí. Esa narrativa no forma parte de sus vidas. Les resulta ajena, incluso impostada. En cambio, los nuevos populismos, especialmente los de extrema derecha, utilizan con habilidad la anemoia: prometen un orden anterior al desorden, una identidad sin fisuras, una estabilidad emocional frente al caos. Y lo hacen con un lenguaje visual, emocional y directo. Sin un programa real y objetivo, pero con un relato poderoso que conecta y atrae.

En este contexto, la política (la comunicación política) falla cuando no entiende que el vínculo emocional con el futuro está roto. La izquierda habla de justicia, pero no conecta, no apela, no suena realista… La derecha radical ofrece pertenencia, estética y propósito.

Los algoritmos amplifican lo que encaja en esas emociones sin raíces. Así, muchos jóvenes —sobre todo varones— no votan por convicción, sino por evasión. No buscan un modelo real, sino un relato que los salve del vacío. La nostalgia autoritaria de los chicos españoles por Franco o la de los alemanes que se llevan de Mallorca la camiseta 44 no es otra cosa que una forma de anemoia política: un pasado nacional idealizado que nunca vivieron, pero que se les presenta como refugio frente a la incertidumbre del presente.

La pregunta ya no es cómo recuperamos su voto, sino cómo reconstruimos un vínculo emocional con el porvenir. Quizá la respuesta esté en resignificar la anemoia: utilizarla no para volver atrás, sino para imaginar lo que nunca fue, pero aún puede ser. La política necesita volver a emocionar…, no desde el recuerdo, sino desde la invención colectiva del futuro.


[1] Open Society Barometer: Can Democracy Deliver? Open Society Foundations, 2023. https://osf.to/3JVHhSx

[2] Gutiérrez-Rubí, A. Polarización, soledad y algoritmos. Una radiografía de las nuevas generaciones. Siglo XXI Editores, 2025. https://t.ly/vi-Vt

[3] Zafra, I. “‘Están en contra del feminismo y hablan bien de Franco’: los profesores luchan contra la ola de extrema derecha de sus alumnos”. El País, 2025. https://t.ly/JnfAJ

[4] Happiness of the younger, the older, and those in between. World Happiness Report, 2024. https://t.ly/C4OMG

[5] “Las perspectivas de empleo para los graduados universitarios empeoran en todo Occidente”. La Vanguardia, a partir de un artículo publicado en The Economist, 2025. https://t.ly/6xi-E

[6] Benedito, I. “La tasa de emancipación alcanza el peor dato de la historia: el 85% de los jóvenes no consigue salir de casa de sus padres”. Business Insider, 2025. https://t.ly/COPYc

[7] Uhls, Y. T. “Gen Z seeks safety above all else as the generation grows up amid constant crisis and existential threat”. The Conversation, 2025. https://t.ly/YXyJA

[8] “How does Gen Z see its place in the working world? With trepidation”. McKinsey and Company, 2022. https://t.ly/LSo9N

[9] Pariser, E. El filtro burbuja: cómo la web decide lo que leemos y lo que pensamos. Taurus, 2017.

[10] IAB Spain, Estudio de Redes Sociales 2023https://t.ly/BoQ8m

[11] De Vries, C. y Hoffmann, I. “The Power of the Past. How Nostalgia Shapes European Public Opinion”. Fundación Bertelsmann, 2018. https://t.ly/2Mxk_

[12] Koenig, J. The Dictionary of Obscure Sorrows. Simon & Schuster, 2021. https://www.thedictionaryofobscuresorrows.com/

Publicado en: Barcelona Metròpolis (Dossier nº 136. Octubre 2025. Franco: La importancia de no olvidar)

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