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Mamdani y los nuevos demócratas

ANTONI GUTIÉRREZ-RUBÍ & FRANZ VON BERGEN

Nueva York elige nuevo alcalde, pero el resultado de esta elección podría tener impacto mucho más allá de la ciudad. Y es que también se somete a escrutinio una nueva forma de hacer política que puede transformar al Partido Demócrata. Se vota simbólicamente si el fenómeno de Zohran Mamdani termina de despertar un cambio profundo en el estilo y los mensajes de los progresistas.

Hace algo más de un año, cuando anunció su candidatura, Mamdani comenzó con un 1% de apoyo y menos de cien mil seguidores en Instagram. Hoy es el favorito, con alrededor de un 45% de intención de voto y una audiencia de más de 4,5 millones en la mencionada red social.

¿Cómo lo ha conseguido? Él y su equipo han sabido leer las nuevas dinámicas que impactan en la política. En un mundo en el que la lucha por la atención dictamina quién conquista los corazones de los votantes, el candidato demócrata ofrece humor, formatos fuera de la norma y viralidad. En un mundo en el que aumentan las preocupaciones económicas y la desconfianza, propone medidas de asequibilidad para paliar las necesidades con un tono cercano, auténtico y con gran capacidad de escucha.

Hace justo un año, el Partido Demócrata perdió las elecciones presidenciales entre los ciudadanos que ganan menos de 100.000 dólares al año. Por primera vez desde la aprobación de la ley de derechos civiles en la década de los 60, les fue mejor entre el tercio de población más rico que entre el resto de votantes. Mamdani ofrece hoy una hoja de ruta para recuperar ese respaldo perdido.

En junio, ganó las primarias con un discurso que pone en el centro valores tradicionales de la izquierda: la lucha contra la desigualdad y la recuperación de un mejor nivel de vida para la clase media trabajadora. Buena parte del establishment demócrata ha reaccionado en su contra por considerarle demasiado socialista, hasta el punto de que Andrew Cuomo, el antiguo gobernador del estado de Nueva York y el candidato perdedor de las primarias del partido, se lanzó como independiente y vuelve a ser su gran rival. Aunque eso lo que ha provocado es consolidar el relato de Mamdani como el candidato antisistema, en una época en la que el electorado apunta con rabia hacia las élites políticas.

¿Un cambio de época?

Líderes importantes del partido, como Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez, han respaldo a Mamdani desde el principio por su coincidencia con el mensaje de lucha contra la oligarquíapero figuras de peso del aparato partidista le ven con más recelo.

El líder de la minoría demócrata en el Congreso, Hakeem Jeffries, tardó más de 3 meses en respaldarle después de que ganara las primarias, cosa que ni siquiera ha hecho el líder del partido en el Senado, el también neoyorquino Chuck Schumer.

El establishment demócrata enfrenta una situación delicada. Mamdani es sólo la punta del iceberg de un movimiento reformista con tintes de revolución que amenaza con dar un vuelco importante al partido. Esa disputa también empieza a librarse de manera oficial, cuando estamos a un año de las elecciones de medio término y comienzan a definirse las diputas internas para escoger a los candidatos para la Cámara de Representantes y el Senado.

En muchos de estos procesos también han surgido candidatos antisistema con similitudes a MamdaniSon jóvenes contra una élite envejecida; se posicionan como portavoces de las clases populares frente a un liderazgo del partido que perdió su apoyo; ofrecen un discurso alternativo de futuro ante una dirigencia tradicional que se quedó sin narrativa.

Según calculaba Axios a finales de julio, al menos 30 congresistas demócratas de más de 70 años van a tener que encarar a rivales más jóvenes en elecciones primarias para elegir al nominado del partido para esos cargos. Y no están retando sólo a figuras poco conocidas. Incluso la histórica Nancy Pelosi es blanco de la ofensiva.

Los nuevos demócratas se caracterizan por un estilo de comunicación diferente, que es similar al de Mamdani. Por ejemplo, Kat Abughazaleh, una joven influencer de 26 años, presentó su candidatura abogando por un «un libro de jugadas diferente» y tachando de desactualizado el estilo actual del partido. Sus contenidos consiguieron tantas interacciones y alcance que la actual representante demócrata de su distrito, Jan Schakowsky, prefirió anunciar su retiro de la política tras 14 periodos en el Congreso.

Los anuncios de lanzamiento de candidaturas de estos nuevos aspirantes ilustran muy bien su nueva forma de entender y hacer política. Graham Platner, un exmilitar que aspira al Senado en Maine, se presenta navegando en su bote de ostricultor y hablando con ciudadanos; Bob Brooks, candidato en Pensilvania, destaca que ha sido bartender, sindicalista y bombero; Liam Elkind, de Nueva York, echa tierra en una tumba abierta y dice que el Partido Demócrata está muriendo.
Como Mamdani, entienden que la clave para su victoria es salirse del molde para poder captar la atención de la audiencia, un paso fundamental para tener la oportunidad de conectar emocionalmente con una clase media decepcionada con el sistema. Una estrategia que se puede resumir con una frase: «Oye, aquí estoy, soy como tú».

El debate interno en torno a Mamdani

Este año, la aprobación del Partido Demócrata ha caído a sus peores niveles en varias décadas. Según los últimos números de Gallup, se ubica en un 37%. Y cuando se pregunta por la posibilidad de votar a candidatos independientes o de terceros partidos, entre los electores demócratas el 52% se declara dispuesto a hacerlo, contra sólo un 42% de los republicanos.

La situación ha abierto un debate profundo sobre el futuro de la organización y por qué no moviliza a los votantes más allá del rechazo a Donald Trump. Dos asuntos concentran la discusión: los temas e ideas y la capacidad de atraer la atención de los votantes.

Con respecto al primero, resulta revelador que, por primera vez en 80 años, los electores están asociando más a los demócratas con asuntos socioculturales como la defensa de grupos minoritarios que con la clase media trabajadora y su bienestar, su marca tradicional. Los conservadores han empezado a ganar la batalla cultural, consiguiendo que sus rivales sean vistos como una élite desconectada de la realidad.

Esto nos lleva al segundo punto del debate: la atención. En un artículo reciente, Chris Hayes defiende que el verdadero problema de los demócratas no son sus ideas ni su agenda, es que no están consiguiendo que su mensaje llegue a los votantes en un nuevo ecosistema mediático en el que las redes sociales y sus algoritmos influyen cada día más en la agenda setting. Defiende su argumento con un dato revelador: en las elecciones presidenciales del año pasado, los demócratas perdieron mucho más apoyo en los estados menos reñidos que donde se concentró la campaña. Es decir, cuando el ruido político es menor, Trump domina porque sabe captar la atención. Los demócratas tienen que aprender a hacer lo mismo.

El estilo de Mamdani y el de varios de estos nuevos demócratas responde de manera especial a las dos debilidades del partido. Por un lado, su enfoque en la microeconomía y el coste de la vida los vuelve a colocar como defensores de la clase media, a la vez que su entendimiento de las redes sociales y su voluntad de experimentar con formatos y estilos innovadores responde mejor a la batalla por la atención.

No son un caso único en el mundo. En otros lugares también empiezan a surgir propuestas novedosas que plantan cara con éxito al creciente populismo de derecha. En Países Bajos, el liberal Rob Jetten frenó al extremismo de Geert Wilders; en Alemania, Heidi Reichinnek y Die Linke robaron algunos titulares a AfD con la buena elección que tuvieron en febrero; y en Reino Unido, Zack Polanski y el Partido Verde amenazan con cambiar por completo el sistema de partidos tradicional como contrapeso del Reform Party, de Nigel Farage.

Pero hay un riesgo importante en esta nueva camada de líderes. En la lucha por la atención y por conectar con los descontentos, el pulso populista también se hace presente en algunos mensajes. En la guerra por la atención, los algoritmos tienden a polarizar y premiar los mensajes extremistas. Es blanco o negro, sin grises.

En el caso de Mamdani, su propuesta está bastante más escorada a la izquierda en muchos ámbitos que la postura tradicional del partido. Esto no le está afectando por dos razones: por la distribución poblacional de Nueva York, que es mucho más diversa que la del resto de Estados Unidos, y porque las bases demócratas se han movido hacia la izquierda. De hecho, un estudio reciente de Gallup reveló que el 66% tiene ahora una buena imagen del socialismo, mientras que sólo un 42% dice lo mismo del capitalismo.

Y este es el punto en el que los nuevos candidatos necesitan también al partido. Este debe ser una fuerza que no limite su crecimiento, sino que más bien lo guíe con su experiencia histórica y su conocimiento profundo sobre las dinámicas políticas y sociales tradicionales. Juntos, pueden construir una opción que sea realmente mayoritaria y transversal. Por separado, corren el riesgo de fracasar ante el extremismo de la acera de enfrente.

Se vota en Nueva York y el Partido Demócrata tendrá que leer muy bien los resultados. Una victoria rotunda de su candidato indicará que, más allá de la Gran Manzana, será difícil que tengan éxito en el futuro sin los Mamdani. Pero los Mamdani no deben pretender jugar solos. Sin el partido, es difícil que brillen con toda la fuerza que pueden.

Publicado en: Univision (03.11.2025)

 

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