Las fracturas democráticas más profundas no se producen en el ruido de los discursos incendiarios, sino en el silencio acumulado de las demandas no escuchadas. Según el informe Fortalecer la democracia mejorando la representación de género, de Antonia Ruiz y Pablo Ortiz, basado en los resultados del proyecto de investigación e innovación UNTWIST, los nuevos votantes de los partidos populistas de derechas (RWPP, en sus siglas en inglés) no giran hacia estos por convicción ideológica, sino por una frustración acumulada con los partidos tradicionales. Los jóvenes perciben que no entienden sus problemas cotidianos. Así, los jóvenes que cambiaron su voto hacia partidos populistas de derechas lo hicieron como voto de castigo más que de confianza, no esperando realmente soluciones mejores, sino para expresar su enojo.
El informe revela también que, tanto hombres como mujeres, valoran los logros del feminismo, pero se sienten agotados ante lo que perciben como una desigual carga de expectativas y responsabilidades. Esta «fatiga de emancipación» —que afecta especialmente a las mujeres de clase trabajadora, atrapadas entre salarios precarios y responsabilidades familiares imposibles— es otra de las grietas que la política institucional no ha sabido reparar.
Comparando los estados de ánimo de los jóvenes europeos con los jóvenes latinoamericanos, entre los primeros predomina la frustración con los partidos tradicionales, más que el rechazo al sistema democrático. Sienten precariedad, pero aún conservan la esperanza de poder mejorar algo su situación, aunque con mucho esfuerzo. Su lema sería: «No me representan». En el caso de los jóvenes latinoamericanos, su estado de ánimo viene marcado por un pesimismo estructural, ya que la incertidumbre económica es más severa y la mayoría piensa que vivirá peor que sus padres. La narrativa dominante es: «No confío en las instituciones».
Abordar los problemas concretos, mostrar resultados tangibles o que se reconozcan las diferencias de experiencias entre hombres y mujeres jóvenes, sin convertirlas en un conflicto, son algunas de las propuestas que se desprenden del informe y que se dirigen a partidos y responsables públicos. Si estos no son capaces de abordar estas demandas con medidas visibles, seguirán cediendo terreno a fuerzas que prometen mucho, pero que ofrecen poco más que una representación distorsionada desde la ideología antiliberal.
La acumulación de decepciones no resueltas es lo que erosiona los vínculos sociales. Por eso es más necesario que nunca recuperar la escucha como práctica política, construyendo una nueva narrativa democrática que no se limite a defender instituciones, sino que las reimagine al servicio de quienes, desde el desencanto, se alejan de ellas. Porque las brechas no se cierran con eslóganes ni con polarización. Se cierran con presencia, empatía y respuesta efectiva. La frustración no es irreversible, pero sí exige otra forma de hacer política: más concreta, más humilde y más cercana.
Publicado en: La Vanguardia (24.11.2025)
Fotografía: Pixabay










