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El poder de la liturgia

El que fuera Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe durante 24 años ha roto todos los estereotipos vaticanistas hasta llegar a convertirse en Benedicto XVI. El primero —y el más relevante— es que entró como papable y salió como Papa, contradiciendo la muy extendida tradición popular que aseguraba justo lo contrario. No ha sido el único reto que ha superado Ratzinger hasta convertirse en Pontífice. Una larga trayectoria de visibilidad litúrgica le ha otorgado un papel de referencia determinante que le ha permitido maniobrar en la Curia, mantenerse en el poder y postularse como firme candidato hasta lograr la mitra papal. El cardenal Ratzinger renovó por tres mandatos consecutivos —práctica inusual— el puesto de prefecto. Durante 24 años, coincidiendo con la creación de la Televisión Vaticana, en 1983, ejerció su autoridad con mano inflexible convirtiéndose en el guardián de la doctrina y en el martillo de las iglesias populares y de la teología de la liberación. Desde esa privilegiada posición, fue el encargado de oficiar la misa que daba inicio al ritual del cónclave. Su intervención, retransmitida en directo por televisiones de todo el mundo, fue un alarde escénico de gran magnetismo. Semanas antes, el cardenal Ratzinger también, habló por primera vez en nombre de un Papa gravemente enfermo y silencioso, durante la celebración de la Vigilia Pascual, momento central en la vida de los católicos. También ofició la espectacular misa de exequias de Juan Pablo II, como decano del Colegio Cardenalicio, que fue concelebrada por 164 purpurados y 320 sacerdotes, ante más de 200 jefes de Estado y de Gobierno y millones de espectadores en todo el mundo.

Nunca antes, nunca, un prefecto de la fe había sido Papa. Y, de hecho, muy pocos Decanos lo han sido. ¿Cuánto le debe el Papa Benedicto XVI al litúrgico Ratzinger? Seguramente mucho más de lo que ahora podemos analizar. La fuerza visual y estética de la escenografía vaticana —púrpuras fascinantes y simetrías perfectas— pensada y difundida a través de la televisión, ha creado un efecto hipnótico, para creyentes y no creyentes. Sólo la magia del rito y de la tradición pueden explicar cómo millones de ciudadanos en todo el mundo (y miles de fieles en la misma plaza romana de San Pedro) pudieron debatir, durante más de 10 minutos, sobre la certeza del color blanco de aquella débil humareda grisácea. Confusión que sólo fue resuelta por el tañir de las campanas que confirmaron la elección papal.

Tradición y modernidad

El control litúrgico y su difusión mediática han sido una fuente de poder para el actual Papa. Conocedor del valor incalculable de la imagen en la construcción de la autoridad, ha planeado con precisión y detalle la liturgia vaticana de los últimos 25 años. El protocolo escénico y la secuencia del rito responden a un patrón jerárquico intenso con el objetivo de crear una atmósfera de memoria y de emoción irrepetible. Los que participan de las grandes celebraciones litúrgicas sienten un momento que intuyen duradero en sus vidas. Es la experiencia única de la concelebración la que produce un efecto de participación antropológica en lo colectivo, lo que los creyentes llaman comunión en la fe.

La acción litúrgica es fundamental para la Iglesia católica. El Concilio Vaticano II señaló su importancia y centralidad: «La liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza». Lo vemos estos días en Valencia con toda su intensidad: Tradición secular, grandes concentraciones y modernidad en la difusión mediática.

El Papa icónico
Benedicto XVI sigue sorprendiéndonos. En el último año ha conseguido gran proyección pública con un estilo muy personal y muy visual. No será viajero como su antecesor, pero está consiguiendo una presencia mediática superior gracias a su habilidad para conseguir imágenes nuevas, aparentemente chocantes, pero muy atractivas y próximas.
En Navidades pasadas llamó a «defender las tradiciones navideñas» y pidió que estas costumbres sean transmitidas a los jóvenes para luchar contra una cultura que «intenta hacer desaparecer los símbolos cristianos de la Navidad». Y mientras proclamaba que tales tradiciones forman parte del patrimonio de nuestra fe y de nuestra cultura, se caló un gorro de terciopelo rojo y bordes de piel blancos, llamado camauro, y vistió una capa roja que fue muy utilizada por los pontífices desde la edad media hasta el siglo XIX. Una puesta en escena icónica tradicional pero de gran aceptación popular y comercial para un mensaje conservador. «¡Como Papá Noel!», exclamaron los turistas. Éxito asegurado.

SIMBOLOGÍA. El Papa se cubre y adorna —consciente del poder simbólico de la cabeza— con gorros civiles y espectaculares mitras con una habilidad y eficacia extraordinarias. Le hemos visto con casco de bombero o con casquete militar italiano (con pluma incluída) en vivo contraste con sus túnicas de hilo y seda. Sus fotos han dado la vuelta al mundo y conectan con públicos y países diversos gracias al atractivo de su imagen. El Papa llegó a España, mucho antes de su viaje a Valencia, el día que se puso el tricornio de la Guardia Civil. Fue portada en todos los diarios españoles y muchos internacionales. El mundo simbólico también ha llegado hasta los contrarios del gasto público y de las incomodidades ciudadanas que genera una visita pontificia. La plataforma Nosaltres no t’esperem ha utilizado la estética de las señales de circulación —el triángulo de peligro con una mitra en su interior— para expresar su rechazo. Símbolos contra símbolos.

El Papa del márketing
Benedicto XVI también se ha convertido en uno de los personajes más deseados por los responsables del product placement (una técnica muy usual en las estrategias de márketing que consiste en colocar el producto en cuestión en lugares bien visibles). The Wall Street Journal resumía en un reportaje que el Papa ha lucido gafas de sol de Serengeti, camina sobre zapatos Geox o mocasines de Prada y tiene un iPod con su nombre grabado.

Muchas empresas compiten por prestar o asociar servicios para el Papa más comercial de la historia. Volkswagen y BMW, por ejemplo, mantienen una dura pugna por ver quién fabrica el nuevo papamóvil que reemplazará al donado por Mercedes en los años 80. Benedicto XVI vende porque comunica casi en silencio, con la fuerza de la imagen, con un rostro y una sonrisa que reflejan bondad y paciencia infinitas. Su inmovilidad aparente y su fragilidad son de una fuerza extraordinaria. Las arrugas de sus túnicas rozan lo escultórico y nos recuerdan siglos de arte sacro. Es un icono global del siglo XXI y, a la vez, el jefe de una Iglesia con más de 20 siglos. No me cabe ninguna duda que su papado dejará también una profunda huella cultural y estética en un momento en que los códigos secretos y los símbolos históricos están de moda. Benedicto XVI conoce el valor de la liturgia y de la historia y sabe utilizarlo eficazmente en el presente. Por eso tiene tanto futuro.

Fotografía: Arnold Straub en Unsplash

Enlaces de interés:
El papa Francisco usó un casco para visitar una catedral afectada por un terremoto (Infobae, 16.06.2019)
El Papa, «mejor portador de accesorios del año»
Fuente: La Vanguardia 08.08.2007
El Papa recupera el sombrero de ala saturno
Fuente: La Vanguardia 07.09.2006 (versión en .PDF)
Benedicto XVI utiliza el «saturno» para protegerse del intenso sol romano
Fuente: revistaecclesia.info 06.09.2006)
Luciendo un nuevo sombrero, durante la visita a la Universidad de Ratisbona
Fuente: La Razón 13.09.2006
Benedicto XVI vuelve a ponerse el tricornio de la Guardia Civil, pero esta vez el de gala
Fuente: La Vanguardia 25.10.2006
Visita del Papa a México (marzo 2012)
Fuente imagen: Periodista Digital (26.03.2012)
Los símbolos del poder papal
Fuente: El País 12.05.2007
Benedicto XVI se prueba un sombrero de la Bersaglieri (infantería) italiana durante la audiencia general de los miércoles en la sala Pablo VI del Vaticano, el pasado miércoles 15 de septiembre de 2010.
La capa del Papa
Fuente: AVUI (12.05.2009)

 

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22 COMENTARIOS

  1. […] – Un ejemplo que ilustra este vaivén en su estrategia de posicionamiento es el homenaje rendido a Galileo Galilei, por primera vez con una misa, cuatro siglos después de que sus descubrimientos astronómicos revolucionaron la Historia y motivaron su persecución por parte de la Inquisición. A pesar del intento de rehabilitar a Galileo en el marco del Segundo Concilio, donde una comisión de revisión del caso impulsada por Juan Pablo II concluyó que la Iglesia había cometido un error, no ha sido hasta hace unas semanas cuando se ha visibilizado el gesto de la Iglesia Católica de revertir la postura condenatoria mantenida tradicionalmente hasta ahora. Un gesto más que puede sumar o quedarse simplemente en eso. Artículos relacionados: El poder de la liturgia […]

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