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La grandeur del seductor

Chirac ha sido el único político que ha estado en el poder durante más de cuatro décadas bajo la presidencia de sus cuatro predecesores. Para ello, ha tenido algo más que una ambición implacable. Georges Pompidou, su mentor, le llamaba el bulldozer, por su capacidad insaciable y demoledora para conseguir sus objetivos. Pero, sobre todo, ha sobrevivido gracias a su extraordinaria habilidad de adaptación (como un camaleón) y a su poder de seducción y comunicación.

Su oratoria y lenguaje no verbal son excepcionales. Apodado en su juventud el helicóptero por su afición a agitar los brazos, reforzando así su expresividad, ha sabido utilizarlo a su favor, junto a su voz, consiguiendo un efecto magnético y embaucador. Para sus conciudadanos es un placer escucharle por cómo dignifica la lengua con una cadencia musical y un énfasis inigualables, que aprecian incluso aquellos que no entienden el francés. Todo ello sazonado con una gestualidad facial antiarrugas que es la delicia de los cómicos.

Su último mensaje televisado es una alarde de sus brillantes virtudes. Con las banderas francesa y europea meciéndose suavemente al ritmo de sus palabras y ocupando todo el campo visual, Chirac interpretó su última gran pieza consiguiendo un relato épico, conmovedor y memorable justo en el peor momento de su popularidad y credibilidad.

Es también un gran maestro del ceremonial institucional. Sea en las escaleras del Elíseo o en cualquier cumbre internacional siempre sabe donde situarse, cómo acomodar al resto y aparentar siempre ser el anfitrión. Simpático y atento, nadie besa y abraza como él. No hay presidenta, secretaria de estado o reina que se haya resistido a sus caducos besamanos de galán maduro.

En política, las formas son fondo decía el político mexicano Jesús Reyes Heroles (1921-1985). Chirac ha hecho del protocolo institucional y del populismo una manera de sobrevivir en política. No le ha ido mal. Sonríe sin cesar, estrecha manos, posa, besa y pregunta como si fuera uno más de la familia. Al mismo tiempo, es capaz de mentir sin vergüenza ya que disimula muy bien y tiene la cara curtida. La justicia le espera, todavía. Pretende que su epitafio político esté asociado a la palabra «tolerancia», pero no ha dudado en cumplir sus venganzas políticas con frialdad y crueldad.

Un perfil poliédrico y una larga trayectoria recogida hace unos meses por la televisión francesa en un doble documental: El joven lobo y El viejo león, que se suma a la amplia oferta de libros y reportajes que hurgan en su pasado y que la opinión pública recibe con una mezcla de interés y cansancio. Lobo ayer o león hoy, Chirac siempre ha sido camaleón profesional. Lo que es seguro es que con él se va el último gran dinosaurio de la política, como tituló en su portada la revista Newsweek en 2005.

Publicado en: El Periódico, 18.03.2007 (formato .PDF, versión en castellano)
(formato .PDF, versión en catalán)

Fotografía: Daniel Sandvik en Unsplash

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