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Cara y cruz olímpicas

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Marie Claire.es

(18.08.08)

  

Si hay alguna vez el sufrimiento es hermoso y conmovedor es en la competición olímpica. La primera semana de los JJOO de Beijing 08 nos han ofrecido la cara y la cruz del deporte, con rostro de mujer. Caras de dolor, de rabia y de impotencia; pero que, excepcionalmente, son sinónimo de belleza, emoción y admiración. También hemos conocido la cara que se oculta, la cruz de la mentira y la vergüenza, disfrazada de falsa ansiedad. 

La ciclista María Isabel Moreno, candidata a medalla en la prueba de fondo, ha sido la primera atleta de estos JJOO en dar positivo por EPO, una sustancia prohibida. «Me han pillado», confesó entre sollozos a sus colegas y los técnicos al salir de la sala del control del día 31. Todavía no hemos escuchado sus palabras, pero la investigación abierta debe de llegar a las últimas consecuencias.

La judoka Ana Carrascosa, en la categoría de menos 52 Kg, cayó con todos los honores contra la coreana Kyungok Kim en Pekín, perdiendo todas las opciones para luchar por el bronce. La vigente campeona de Europa, sufrió una luxación de hombro a los 27 segundos de iniciar el combate. Se levantó entre los gritos de «¡Lucha, Ana, lucha!» y «¡Aguanta, aguanta, Ana!» del público entregado.

El calvario duró 4 minutos más, cayendo una y otra vez, con lágrimas en los ojos, con el labio inferior abierto por un golpe tremendo de la coreana que no dudó ni un instante en aprovecharse de las circunstancias.  Acabó con el hombro roto según el parte médico, a 30 segundos del final de la pelea, sin poder seguir. Camino directo al hospital de Pekín, llorando más de impotencia que de dolor, gritaba «¿Por qué? ¿Por qué?». Lloré con ella, emocionado por su valor y su coraje.

La sablista Araceli Navarro, debutante y única representante fémina de la delegación de esgrima española, fue eliminada en segunda ronda por la bicampeona del mundo Rebecca Ward, al retirarse, también, lesionada.

Las imágenes de Araceli suplicando que le recolocasen el hombro, han quedado gravadas en la televisión y en el corazón de muchos espectadores. La joven de 19 años insistía -sin llorar-, al médico oficial del COI, que le recolocase el hombro, que era «lo único que ella quería».  «Araceli, magia no hay» le respondía el doctor, impotente, mientras ella rompía a llorar. Toda la delegación española ha quedado impresionada por su carácter fuera y dentro de la pista.

La historia será justa con Michael Phelps, el mejor deportista olímpico de todos los tiempos. Pero ya no podrá olvidar el coraje de Ana y Araceli. Las otras heroínas. Ellas han representado el espíritu olímpico -«citius, altius, fortius»- mejor que nadie. Se merecen la medalla de nuestro afecto y gratitud.

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