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Catalunya, ‘més que un club’

En el 2010 se celebrarán elecciones a la presidencia del FC Barcelona y, también, al Parlament de Catalunya. La coincidencia temporal y el hecho de que Joan Laporta se postule como un posible candidato político ofrecen nuevos elementos muy sugerentes para el análisis. Laporta cree que él también es más que el club y algunos honorables exconsellers, como Joan Carretero, han ido más lejos al afirmar que ser presidente del Barça es hoy mil veces más importante que ser presidente de la Generalitat.

Una lectura interesada, arbitraria y sesgada de determinadas cifras podría avalar tal pretensión. El Barça tiene 163.000 socios, la Generalitat 164.000 trabajadores públicos (junio del 2009). El Barça cuenta, solo en Europa, con más de 40 millones de seguidores. Catalunya tiene, oficialmente, 7 millones de ciudadanos. El club suma la fuerza de más de 1.900 peñas y es una de las 10 marcas españolas más conocidas internacionalmente. Todo ello con un presupuesto de 405 millones de euros para el2010, que representa solo el 1% del que tiene la Generalitat.

No es de extrañar que alguien como Laporta, que hace unos meses superaba una moción de censura por escaso margen, tenga tentaciones, agotado su mandato presidencial en el mejor club del mundo, con una audiencia global y tras el clamor de las seis copas. Tentaciones que pueden acabar en visiones.

Pero Catalunya es más que un club, afortunadamente. Aunque lo relevante de una candidatura de Laporta, además de su expansiva personalidad que podría polarizar a los electores en un amplio arco de emociones y pasiones, es que el principal argumento para su pretensión es su trayectoria como máximo responsable deportivo de un club que es més que un club. Una entidad que siente como propia la condición nacional de Catalunya y que ha interiorizado que su naturaleza deportiva es la otra cara de una dimensión de su propia identidad, que es profundamente política y cívica.
Laporta puede aportar la pasión propia de un clásico prototipo de forofo culé, a caballo del agravio permanente y la ambición insatisfecha, solo superados por el optimismo confiado y seguro de la era Guardiola. Es cierto, la pasión política es fundamental, pero la débil frontera que separa la pasión de la ambición puede ser un arma de doble filo. Los excesos pasionales se pueden percibir como motivaciones desmedidas que pueden rozar la egolatría.

En términos políticos, la rentabilidad de un esquema simple y contundente, de fuertes connotaciones emocionales, puede darle un cierto aliento mediático, criticado ya por algunos líderes políticos, aunque con incierto resultado electoral. No solo porque es muy difícil presentarse con un nuevo proyecto político a pocos meses de las elecciones, sino por el recelo que se generaría a una opción que, siendo legítima, podría alterar el mapa político en forma de nueva pieza del complejo y futuro puzzle parlamentario.

Las elecciones del Barça y de Catalunya van a dirimirse, creo, en términos mediáticos al menos, como un duelo de pasiones. Pasiones templadas, serenas, seguras… o pasiones calientes, excitadas e imprevisibles. En el Barça, por ejemplo, el grado de distancia respecto del presidencialismo pasional de Laporta será clave entre las candidaturas de renovación, de continuidad, de ruptura o de vuelta a los orígenes, como la que supuso la irrupción de la generación de los Soriano, Ingla, Rosell y Laporta, en su día.
Y, en lo político, quien gestione mejor las emociones, quien haga pensar más en las razones, consecuencias y motivaciones de cada oferta (y la propia) puede tener un plus de atención entre el electorado en un momento sobrecalentado y sobreexcitado tras la sentencia del Constitucional. La gente suele ser muy sensata cuando vota y más exigente cuando opina.

El Barça y Catalunya, escogiendo presidente, deciden su futuro. Lo más parecido a la política, seguramente, es el deporte. Y el fútbol, en particular. No solo por la torrencial capacidad para trasladar al campo de lo público las metáforas o el lenguaje deportivo, sino porque, como bien saben los mánagers, coachs o los entrenadores, la competición deportiva tiene tanto de talento, esfuerzo y azar como de estrategia, organización y método. Como en la política.

El año 2010 será apasionante, pese al cansancio y desapego que muestran los electores hacia lo público y la política. Pero este cansancio puede derivar en malestar, en desafección o en saturación. Si es así, la posibilidad de que el voto crítico, alternativo o de ruptura sea el refugio emocional de la insatisfacción y de la desconfianza políticas abre las puertas a la incertidumbre y a la complejidad.
En estas elecciones, la política y algunas opciones electorales también corren el riesgo de sufrir un autogol. A veces, este se produce por un lance fortuito, por exceso de confianza o por error, cuando uno no se entiende con su defensa o se altera a causa de una grada cabreada o excitada. Veremos qué pasa. La pelota está en el campo. Y más de uno, tal vez, se marque un gol en propia puerta.

Publicado en: El Periódico (25.01.2010)(versión pdf castellano)(versió pdf català)

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9 COMENTARIOS

  1. Un post que me provoca varias asociaciones de ideas:
    1. Muy bueno el apunte respecto a la importancia electoral de «quien gestione mejor las emociones». Al fin y al cabo el elector mira con fino olfato la inteligencia emocional de los candidatos.
    2. Política y fútbol, una asociación que se da en muchas partes del mundo. Ejemplo: Mauricio Macri en Argentina. Durante muchos años Macri fue Presidente del club de fútbol más popular del país, el más laureado y el de mística más templada: Boca Juniors. Y desde su exitosa gestión en Boca fue que Macri se catapultó hacia la Jefatura de Gobierno de Buenos Aires. No fue solo el fútbol, claro. Pero tuvo su importancia.
    3. Más allá de la política partidaria. Más allá de la política futbolística. Más allá de mi simpatía perenne por los equipos vascos, en especial la Real Sociedad. Más allá de todo…¡qué espectáculo ver jugar al Barcelona! ¡Qué placer ese fútbol habilidoso, ágil y ofensivo que siempre saca de su galera!

  2. A Laporta le cuesta gestionar sus emociones, una presión acertada en alguno de sus puntos débiles, hará saltar todo su activo en pocos segundos. Bien es cierto que ha elegido el partido que más se ajusta a su carácter (bronco, con altibajos y asambleario -este terreno lo domina bien-). Creo que Laporta conseguirá entrar en el Parlament (una silla durante cuatro años), pero no creo que su participación en la escena política sea determinante, no creo que altere el vaticinio.

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