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Esperanza política

PIE DE FOTO ELECTORAL (14)

Esperanza Aguirre ha tardado justo un mes en volver al epicentro de la actualidad política. Y, como siempre, no improvisa. Lo ha hecho el día en que Mariano Rajoy está fuera de España y para augurar, con habilidad, que el sucesor del presidente bien podría ser Alberto Núñez Feijóo. Una sutil manera de situar en la agenda mediática la caducidad y amortización política del presidente del Gobierno y del PP.

Hay una latente pero profunda corriente de opinión que cree que el destino de Rajoy, sea cual sea el desenlace del rescate (parcial, total, virtual), está decidido en términos de credibilidad y patrimonio político. Se le busca sucesor. Y Feijóo, si consigue revalidar la presidencia de la Xunta, se situaría como el activo político más importante del PP. Además, su campaña personalista y «en paralelo» a la de Rajoy, evitando incluso las siglas del PP, reforzaría la idea de que el cansancio de marca y el desgaste del presidente son los principales escollos para los populares hoy y hacia el futuro.

Esperanza, en este contexto, sigue teniendo un gran ascendente sobre una buena parte de la militancia y el electorado. Y podría convertirse en el árbitro de la sucesión. Por eso, no es de extrañar que tanto Antonio Basagoiti como Núñez Feijóo le pidan que «no se vaya» o que les acompañe, como ha hecho hoy el líder gallego.

Aguirre no ha decepcionado y ha marcado el territorio. La relación de sus declaraciones más redondas no deja duda: «España es una gran nación, con 3.000 años de historia», y ha comparado las aspiraciones soberanistas con una rama que se desgaja de un árbol: «el árbol sufre y la rama se seca». Su defensa del ministro, José Ignacio Wert, con quien está «totalmente de acuerdo con lo que hace y lo que dice», también ha sido calculada y premeditada. La guinda han sido las justificaciones sobre el Prestige: «hay mucha tendencia en política a manipular los accidentes para echarle la culpa a alguien, pero son eso, accidentes».

Esperanza Aguirre ha culminado su «jornada electoral» con un calculado baño de afecto. En la fotografía de Lalo R. Villar vemos a la líder del PP firmando un autógrafo a una admiradora antes de la rueda de prensa. La foto es un finísimo encaje de metalenguaje visual.

La imagen muestra a Aguirre sin cabeza, pero con un retrato de la misma en sus manos. Una foto que actúa como espejo —deseada o ambicionada— de ella misma. Tres Esperanzas en una sola imagen: la que firma, la del retrato, la de la fotografía. Este trabajo de Lalo R. Villar hace honor a una frase inolvidable del maestro Ansel Adams: «Hay dos personas en cada fotografía: el fotógrafo y el espectador». En este caso, hay tres. Esta foto es casi un autorretrato por mano interpuesta.

La dedicatoria, con rotulador azul, es de manual, pero no es la primera que hace. Todo estudiado, para que la tinta permanente se fije bien en el papel fotográfico. En su mano izquierda se asoma su famoso reloj con la bandera de España. Manicura impecable. Y chaqueta entallada. Todo estilo. Como la imagen retocada del rostro de su fotografía. Mirada intensa y vestida de blanco (como el día de su adiós). Esperanza ha hecho honor a su nombre. Ella la tiene, o ella la dará. Pero lo que está claro es que nos recuerda que ahí está. Y muy viva.

Publicado en: El País (17.10.2012) (blog Micropolítica)

Fotografía: Lucía Garó para Unsplash

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