El proceso político abierto en el Reino Unido sobre la posible autodeterminación de Escocia es modélico por muchas razones, aunque hay una que emerge poderosamente entre todas: la ejemplaridad sobre cómo resolver una fuerte discrepancia política en una democracia consolidada. La decisión de ambos gobiernos (el británico y el escocés) de favorecer la consulta (prevista para el 18 de setiembre del 2014), en el marco del histórico Acuerdo de San Andrés, establece algunos principios que deberían inspirar otros procesos: aceptación escocesa de la legalidad británica, aceptación británica de la legitimidad política escocesa, negociación y acuerdo sobre los términos y el proceso de consulta, y una campaña de argumentación y debate sobre la base de los datos y las razones. Es decir, no se votan sentimiento sino que se votan argumentos y consecuencias.
Este enfoque, más racional y menos emocional, permite hablar a fondo sin juzgar al oponente. Sin convertir, necesariamente, al discrepante en un rival, ni mucho menos en un enemigo. Conscientes todos de que, gane quien gane, casi la mitad del electorado (los otros conciudadanos con los que se debe construir el futuro) habrá votado diferente de la opción ganadora, y de que la relación más relevante, en términos políticos, sociales y económicos, será, precisamente, con los vecinos de los que te acabas de separar, o no.
Este enfoque, tan británico, es el que sitúa la política en la cabeza, no en el estómago, dando por hecho que todos tenemos nuestro corazón y que nadie, ni nada, puede juzgar los sentimientos nacionales de cada persona, ni cuestionarlos. De la misma manera que el indicador de amor por la propia tierra, tradiciones, lengua o cultura, así como el deseo de autogobierno no se mide (ni se valora) por el grado de nacionalismo de la propuesta política. Sí: aunque a algunos les cueste creerlo, hay muchos ciudadanos que también desean lo mejor para su nación, y no son independentistas, ni tampoco nacionalistas. El amor al país no se mide así en democracia.
En este punto, es admirable el esfuerzo que están haciendo ambos gobiernos. En concreto, el Gobierno británico no discute, por ejemplo, ni el derecho ni la voluntad de autodeterminación de los escoceses. Es más, los reconoce y ampara. Pero les hace pensar, calcular, evaluar y ponderar las consecuencias de la libertad, al tiempo que propone un nuevo «contrato político» basado en un win-win (ganar-ganar): todas las ventajas de la independencia, pero sin sus problemas. Better Together (Mejor juntos) es su oferta. Mientras, los escoceses siguen con sus mensajes en positivo con informes muy sólidos, como los que ha elaborado una comisión de expertos presidida por el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz.
David Cameron y Alex Salmond están convencidos de que solo desde los argumentos se puede ganar la consulta. Y que quien comunique mejor, ganará. Su esfuerzo sistemático y ordenado consiste en racionalizar la pasión nacional y el interés colectivo. Ambos creen que es mejor ganar (o perder) con conciencia plena de lo que se vota y sus repercusiones, que sin ella. Prefieren, por así decirlo, la democracia al resultado. La democracia de las ideas a la victoria política. La tradición y la cultura del debate británicos seguramente contribuyen a una actitud sosegada y respetuosa.
En España, las reacciones institucionales y políticas a la consulta catalana han carecido, por el momento, de la inteligencia y el pragmatismo que, en situaciones similares, han caracterizado la actuación de los gobiernos de Canadá y del Reino Unido. Mariano Rajoy, por ejemplo, hasta ahora ha seguido otra vía, muy diferente: la de la negación (al derecho, al proceso, al hecho) y amenaza de impedirla en cualquier caso. ¿Y si en vez de impedirla se planteara ganar la consulta? El cambio de enfoque, de actitud y de oferta sería mucho más interesante (y democrático), al tiempo que le permitiría liderar el combate de los argumentos. Rajoy debería saber que estos desafíos ya no se resuelven con la fuerza (activa o pasiva), sino con razones. Con política, no con jurisdicción. Y que lo que convierte en legal y legítimo un proceso es la negociación del mismo, no su punto de partida. Es la política, con su acuerdo, la que crea el marco.
En La Moncloa, Rajoy ha recibido al premier británico. Espero que nuestro presidente haya mostrado interés sincero por el proceso británico. Puede ser conveniente tener una disposición humilde para aprender de otras situaciones análogas. Cameron ha afirmado: «Estoy más que preparado. Creo en la devolución (de competencias) y no me refiero solo a la devolución en términos de poder, sino en términos de dar al pueblo un mayor control de sus propias vidas». ¿Está preparado Rajoy?
Ganará quien comunique mejor, sí. Y lo hará quien entienda mejor el reto: se trata de convencer, no de imponer. Siempre ha sido y será así. Con consulta o sin ella.
Publicado en: El Periódico de Catalunya (13.04.2013)
Fotografía: simone frederick para Unsplash
Enlaces de interés:
– “Un referéndum independentista es un trauma para la sociedad”. Entrevista a Stéphane Dion (El País, 11.04.2013)
Enfoque más racional y menos emocional, sin juzgar al oponente. ‘Ganará quien comunique mejor» mi artículo en http://t.co/WfhUE4nrOU
.“@antonigr, sobre Escòcia i Catalunya: «I si en comptes d’impedir-la, Rajoy provés de guanyar la consulta?» http://t.co/BfTGIwAR76
«@antonigr: Enfoque más racional y menos emocional, sin juzgar oponente. ‘Ganará quien comunique mejor» mi artículo http://t.co/fkqMDPOZeR«
Cataluña y Escocia. Hacer política con la cabeza o con el estómago http://t.co/k01uoi3nIB)
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