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La victoria de Aznar

La conferencia del expresidente José María Aznar fue un éxito político rotundo. La presencia de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría y del ministro de Industria, Energía y Turismo, José Manuel Soria, tiene varias lecturas, pero solo un mensaje: Mariano Rajoy no puede vencer a Aznar ignorándole. El expresidente consiguió ayer tres objetivos: primero, no se retractó de nada de lo dicho las semanas anteriores en su controvertida entrevista televisiva, aunque matizó las formas en una corrección interesada, más que en una cesión o rectificación. Segundo, dejó claro que la unidad del PP pasa por él. Y tercero, que su contribución política (mediática y electoral) es imprescindible. Aznar demostró su fuerza, y la exhibió.

El gesto marianista con el expresidente, reflejado en la presencia de la principal colaboradora del presidente, es un síntoma de inteligencia y de debilidad al mismo tiempo. Rajoy no puede ningunear a Aznar y, mucho menos, mantener una escalada de tensión donde el segundo tiene todas las de ganar. El actual presidente va con las manos atadas a la espalda al autocensurar la crítica a un predecesor y Aznar no tiene reparo alguno para dictar y enmendar a la plana del actual Gobierno.

Rajoy renuncia al combate ideológico, dejando atemperar la confrontación, otra vez. Pero, a diferencia de sus silencios y desplantes hacia la oposición y otros líderes sociales y políticos, el caso de Aznar es diferente. Muy diferente. Y aunque la ofensiva de este le permita situarse más en el centro del espacio político, Rajoy pierde liderazgo y relato político. Y autonomía.

La andanada −exigente− del expresidente para que Rajoy aproveche sus votos (la mayoría parlamentaria) para seguir con reformas de «alta intensidad» va dirigida contra su política y… su carácter. Esto es lo nuevo, aunque llueva sobre mojado respecto a las críticas —algunas despectivas y humillantes— que ha recibido Rajoy durante años. La reiterada crítica al vacilante y silente liderazgo del presidente, así como su tendencia a contemporanizar y su falta de coraje político con los adversarios (en particular con los nacionalismos), son señalados por Aznar y por los que le jalean como defectos o complejos (los famosos Mari Complejines) con sus gestos y sus palabras. Aznar lidera el «dales caña» popular con su propio ejemplo adusto y severo. Rajoy no podrá hacerse el despistado. Le piden reformas y carácter. Las primeras puede conseguirlas, lo segundo está por ver. Hay un combate ideológico con aspecto hormonal. Silencios y cálculos contra testosterona y estrategia.

Dos no se pelean si uno no quiere. Pero, quien busca pelea, siempre encuentra argumentos. Y la no hostilidad del que la evita es presentada (y vendida) como cobardía, no como responsabilidad, lealtad o mesura. Esto es a lo que se enfrenta Rajoy.

Publicado en: El País (11.06.2013)(blog Micropolítica)
Fotografía: Austrian National Library para Unsplash

Enlaces de interés:
El fantasma de Aznar (Xavier Peytibi. SesiónDeControl.com, 11.06.2013)

Artículos de interés:
Expresidentes del Gobierno: los expertos creen que debería institucionalizarse su figura con atribuciones específicas (ZoomNews, 3.0.7.2013)

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12 COMENTARIOS

  1. No es Rajoy quien ningunea a Aznar, sino al revés. La discrepancia pública del expresidente me hace pensar que quiere engrandecer la sombra con la que «protege» a su partido. Es fácil alardear de sus éxitos político económicos, habidos a pesar de confeccionar presupuestos con déficit cero. El dinero entraba solo. Aznar busca construir su propio trampolín que le devuelva a la primera línea política (o colocar en buena posición a Ana Botella), de lo contrario no se entiende que sus críticas no se las diga a Rajoy en privado…empieza una carresa sucesoria, seguro.

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