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Tecnología social y política de las emociones

«Háblame y te escucharé. Házmelo sentir y no lo olvidaré.»
«Es muy probable que las mejores decisiones no sean fruto de una reflexión del cerebro sino del resultado de una emoción.» Eduard Punset

La gestión del caudal emocional es imprescindible para cualquier fase de la acción política: denuncia social, movilización activista, confrontación electoral y relato de la acción política. Sin emociones, sin diseño del recorrido emocional de la idea o la propuesta política, su efectividad es limitada. Pensamos lo que sentimos. Nos movemos por necesidad y, también, por motivación y estimulación. El universo emocional es el vestíbulo del conocimiento. Todo pasa por ahí. Y todo se distribuye desde esa plataforma de experiencias, percepciones, sensaciones y conocimientos emocionales.

Nuevas posibilidades para la política de las emociones
La sociedad digital, con las nuevas redistribuciones de poder y de relaciones, y las nuevas posibilidades de intervención gracias a una tecnología social, permite explorar nuevas posibilidades para la política de las emociones. Estas posibilidades estaban antes residenciadas, fundamentalmente, en el poderoso efecto de la publicidad electoral, de la creatividad gráfica o del storytelling político.
Las redes sociales, con su capacidad de establecer nuevas relaciones en base a redes de intereses y motivaciones, permiten nuevas concepciones. Las preguntas son ¿qué estas haciendo o pensando? Lejos del quién eres y de dónde vienes. Esta identificación de la identidad personal con la acción o el pensamiento, ofrece posibilidades para un relato político centrada, preferentemente, en compartir intereses y motivaciones. Es decir: emociones.

Tecnología emocional
La tecnología social, en especial con las nuevas posibilidades de los dispositivos móviles, así como una gama rica de soluciones que hibridan audio, imagen y texto ofrecen posibilidades inéditas hasta hace muy poco. La creación de poderosas imágenes con gran narrativa audiovisual que potencian la creatividad de los usuarios (electores que primero son ciudadanos y activistas online) abrirán una nueva etapa para la comunicación política que se nutre y se inspira en las emociones que se comparten, que crecen, que se proyectan en redes y entornos digitales.

Algunas compañías, en su nueva versión de plataforma social, han diseñado recursos sencillos y amables, con grandes posibilidades para que los usuarios puedan expresar sus propias ideas mediante la creación de collages, vídeos, memes y otros contenidos multimedia dinámicos —en cuestión de segundos— que pueden ser comentados por otros usuarios y compartidos dentro de la propia plataforma, y son compatibles con redes como Twitter, Facebook, Pinterest o Tumblr.

Este es el caso, entre otros ejemplos, de las opciones Collage, Picotale, Video Party y Blink de Microsoft a través de So.cl. Independientemente del éxito de esta concepción propietaria y, hasta cierto punto, cerrada de estas nuevas herramientas, lo que reflejan es una oleada de soluciones híbridas (como por ejemplo Vine en Twitter, que ahora se estrena también en los móviles de Google y que compite, además, con Instagram y sus últimas incorporaciones en Facebook) que —junto a las redes con fuerte contenido icónico y visual (como Line)— abren el universo de conversaciones más dinámicas, en donde lo visual y lo creativo (y, en consecuencia lo emocional) dispone de nuevos recursos de efectividad. Estas opciones multimedia, fáciles y rápidas, son la mejor solución para estrategias multiplataforma y multiformato que serán, creo, las referenciales y centrales en la nueva cultura de la comunicación de branding (corporativo y político). Compartir experiencias (vitales, cotidianas) en las redes y añadir capas de interpretación, dándoles sentido y contexto, dibuja un universo de posibilidades para la exploración de las emociones en el activismo y la acción política.

La creación de ecosistemas emocionales en la política, también facilita —aunque no siempre—oportunidades para una mayor personalización e implicación de los ciudadanos en los asuntos públicos. Hablar con el corazón y desde el corazón permite aproximaciones más horizontales y más empáticas con los electores y activistas. Crear entornos y experiencias en donde se viva un momento único es básico si se quiere fortalecer (ampliar, consolidar y fundamentar) el compromiso político o el activismo con el compromiso personal, y no solo ideológico.

Poseemos, también, tecnologías y soluciones que recrean y facilitan la emocionalidad de las conversaciones y estimulan los afectos y los intereses compartidos. Esta relación emocional densa e intensa permite empoderamientos personales más profundos, con más huella y recorrido que la simple adscripción e identificación ideológicas.

El cerebro racional es emocional
Nuestro cerebro piensa lo que siente y piensa en imágenes. La neuropolítica es una disciplina extraordinaria para enriquecer y ampliar las opciones de la comunicación política. El íntimo itinerario ver-sentir-pensar se hace cada vez más intenso, más fuerte y más abierto para una concepción política que no desprecie lo emocional, confrontándolo —torpe y equivocadamente— a lo ideológico o lo programático. Tenemos a nuestra disposición una tecnología (social), unas redes (digitales) y unos dispositivos (móviles) que favorecerán la relación entre las emociones individuales y las colectivas. Entre lo que siento y lo que sentimos. Entre el yo y el nosotros. Quien, desde la política o desde las disciplinas a su servicio, no comprenda que sin la creación de momentos o contenidos memorables no hay opciones de éxito político estará perdiendo una gran oportunidad para avanzar. Y solo recordamos lo que nos hizo sentir (soñar, imaginar, desear, aspirar, emocionar…).

Los datos son abrumadores. La evidencia empírica de la relevancia de las emociones en la configuración cognitiva está fuera de toda duda. Pensamos lo que «sentimos». Y sentimos lo que «percibimos». El triángulo percepción (sentidos) —sentimientos (emociones)— y conocimiento (pensamientos, ideas) es indiscutible. La política de las emociones es aquella que reconoce el papel determinante de los sentimientos en el compromiso y la acción política. Sin emociones, no podremos comprender los estados de ánimo de las personas. La praxis política se ha vuelto «insensible» y aquí ha empezado la brecha de legitimidad y de proximidad con la ciudadanía.

La construcción política del «nosotros»
La construcción del «nosotros» es clave para un proyecto político democrático. De la circunstancia personal al horizonte colectivo. De los problemas individuales a las soluciones colectivas. Para esta concepción coral, plural y colectiva (es decir: democrática), el discurso emocional puede permitir nuevas alianzas en lo público y para lo público desde posiciones individuales (e individualistas). Las emociones socializan. Y esta posibilidad de reencontrarnos en un nosotros colectivo puede regenerar la política y la democracia. No estoy hablando solo de técnica (tradicional abordaje de los expertos, oficios y profesiones de la comunicación política), estoy hablando de compromiso político personal y colectivo.

De nuevo, las emociones. Sin ellas, no hay sentimiento de pertenencia y de lo colectivo. Emociones indignadas o esperanzadas, hastiadas o ilusionadas, negativas o positivas, son la energía más potente para la construcción de marcos de interpretación política y escenarios de actuación que van desde el activismo a lo electoral. Las tecnologías sociales y, en particular, las nuevas herramientas que potencian el multiformato, van a multiplicar su potencial como articuladoras de consensos compartidos. Ahí está su fuerza. Así funciona nuestro cerebro, y así funcionan las redes.

Publicado en: Revista El Molinillo de ACOP nº. 55 «Tecnología social y política de las emociones» (descargar PDF)

Enlaces asociados:
La política de la seducción [Resumen de la ponencia de Antoni Gutiérrez-Rubí en el Congreso ALACOP] (30.05.2013)
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Artículos de interés:
«Los políticos no gestionan bien las emociones» (El País, 10.07.2013)

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