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La vieja guardia y la nueva política

Alfredo Pérez Rubalcaba afirmó ayer, en una entrevista en RNE, que «el jefe de la vieja guardia está conmigo». Lo hizo, calculadamente, para intentar neutralizar y contener la avalancha de críticas −abiertas o veladas− que contra él se están produciendo en las últimas semanas por parte de algunos veteranos del PSOE. Se le critica por su supuesta comprensión de la situación de Catalunya y, en particular, por su contemporización con la actitud del PSC y sus postulados, especialmente, el del derecho a decidir. Rubalcaba utilizó una expresión que era a la vez un argumento jerárquico de obediencia debida y un indicador de disciplina orgánica y de autoridad moral por antigüedad.

Quizá estos argumentos y avales fueran claves para ser candidato en las pasadas elecciones generales o para ser, finalmente, elegido Secretario General de su partido en una disputadísma votación, pero existen dudas razonables sobre que sean los más afortunados para este proceso de regeneración. Esta afirmación parece tan reveladora como sorprendente, en este momento de renovación programática (aplazada la del liderazgo electoral) en el que se halla inmerso el PSOE con su Conferencia Política del próximo mes de noviembre.

El «jefe» al que se refería Rubalcaba se llama Felipe González. Y sí, es mayor: Si los cálculos no me fallan, los ciudadanos menores de 32 años no habían nacido cuando Felipe ganó las elecciones de 1982. Y solo los mayores de 50 años pudieron tener la opción de votarle. Los números sorprenden no por evidentes, sino por formulados. Y sí, es guardián (de las esencias): No cabe duda alguna de que sus palabras siguen teniendo un impacto emocional y político en el mundo socialista. Su trayectoria política le convierte en el referente histórico más importante de los últimos 50 años del PSOE. Nadie sensato ignora a sus mayores. Aunque sea un jarrón chino, como él mismo se autorepresentó.

Pero a Rubalcaba no le hacen falta ni jefes, ni viejas guardias, si quiere seguir liderando esta transición socialista hacia la modernidad y la renovación, después del durísimo resultado electoral que llevó a su partido, con él de líder electoral, a la derrota más contundente y a la victoria por mayoría absoluta del Partido Popular. Si para «cortar» con la vieja guardia necesita a su jefe, tiene un grave problema: fragilidad y dependencia. Mentar al jefe, le debilita. Utilizarlo contra la vieja guardia, le condiciona y le deja en evidencia.

Rubalcaba es tenaz y correoso hasta la extenuación. Se dobla como el junco para no romperse, para intentar volver −siempre que puede− a la desafiante verticalidad, fiel a su instinto natural. Sabe que con el viento en contra, la flexibilidad, la paciencia y la resistencia son claves. Y ha conseguido llegar a la Conferencia Política con una aparente situación demoscópica favorable (por primera vez lo socialistas superan al PP, en medio de la notable caída del protagonismo casi exclusivo del bipartidismo). Los datos fríos ayudan a construir un relato previsible: no nos equivocamos (en el Congreso de Sevilla), recitarán sus apologetas, al elegir «al mejor para esta travesía».

El líder socialista debe, una vez más y acostumbrado como está, calcular todas las variables. ¿Más modernización, más ambición, más riesgo… o menos? ¿Alternativa política o alternancia electoral por hipotético hundimiento del contrario? ¿Innovación o actualización? ¿Renovación o recambio? La Conferencia Política del PSOE será o un escenario o un laboratorio. Un evento orgánico o un acto regeneracional y generacional. Un plató o una ágora. Quizá no puede haber término medio para los retos a los que se enfrenta el PSOE. El grado porcentual de cada ingrediente, y su peso preferente, marcará el futuro del partido, y el suyo. Hace pocos días, con un lenguaje medido e interpretable de formas diversas, dijo en Twitter: «Soy optimista y estoy convencido de que, dentro de dos años, habrá un socialista gobernando en Moncloa. #objetivoRubalcaba»

Rubalcaba puede tener la tentación de pensar políticamente, como lo hace Rajoy con la situación económica, que lo peor ya ha pasado. Que hemos dejado atrás la recesión y, aunque estemos en crisis todavía, que estamos en condiciones para superarla. Este pensamiento sería conservador, por calculador. Pasivo y claudicante. Como dice el mismo Rubalcaba, para otros problemas y para otras personas, ni el tiempo ni la inacción resuelven los retos cuando son graves y profundos. Aplicárselo sería coherente y, seguramente, conveniente. La crisis del PSOE es parte de la crisis de la política. Se necesita más y otra política.

Rubalcaba sabe perfectamente que el veterano e histórico PSOE (¡con 3.000 agrupaciones!) tiene que dar un salto programático, organizativo y político como el que alumbró un nuevo PSOE hace muchos años, todavía en la clandestinidad, y encumbró a una nueva generación de dirigentes de los que su máximo líder es hoy el jefe de la vieja guardia. Rubalcaba sabe que cuando no se entiende y no se comprende a la sociedad a la que se quiere servir y representar, todo es muy difícil, cuando no imposible, si se quiere transformar la realidad, no solo gestionarla. Que cuando los cambios en el exterior, son más rápidos, profundos y globales que los que se producen en el interior, el fin está cerca. Y que el actual modelo de partido es, no solo mejorable, sino que se necesita otro para adaptarlo a la sociedad-red, a las nuevas formas de organización (horizontal), comunicación (conversación) y creación de valor (contenidos), y a una política de causas y no de casas. En definitiva, un partido abierto.

Pero en política saber lo que hay que hacer no siempre es suficiente, aunque es condición necesaria. Se necesita −precisamente− hacerlo, tener el coraje para hacer posible lo necesario, convertir lo importante en urgente, y no al revés: reducir lo urgente al cálculo de las correlaciones de fuerzas (las propias y las del contexto y las circunstancias). De Rubalcaba casi nadie, sin prejuicios ni sectarismos, discute su inteligencia y astucia. Pero el PSOE no solo necesitará inteligencia, sino coraje, determinación y audacia. De esto debería ir, creo, la Conferencia: de sustituir las viejas guardias, ortodoxias, prácticas y herencias por nueva política. Cuando un partido pierde el combate por la modernidad no puede parecer progresista. Esa es la cuestión.

Publicado en: El País (3.10.2013)(blog ‘Micropolítica’)

Enlaces de interés:
Conferencia Política. Ponencia PSOE Noviembre 2013
Elecciones 28 de octubre de 1982. Resultados oficiales

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15 COMENTARIOS

  1. […] Me pregunto si estas condiciones naturales para la innovación se producen también en las organizaciones políticas tradicionales. Es decir, si su cultura y su tradición permiten incubar y hacer crecer, dentro de ellas, un ecosistema favorable a la innovación. O bien, si esta debe seguir residenciada, como hasta ahora, en los think tanks, fundaciones, o centros de estudios de los propios partidos. Espacios necesarios pero que, en términos comparativos, no disponen ni de los recursos, ni de la atracción, ni de la densidad que en otros contextos (europeos, por ejemplo) tienen otras formaciones políticas. Y que, además, responden a un modelo de innovación de «expertos» y no de inteligencia múltiple y compartida. […]

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