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Madrid, Barcelona y Milwaukee

Meses antes de las elecciones norteamericanas de 2012, en las que el presidente Barack Obama revalidó su mandato por cuatro años más, la entonces secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, resaltó la fortaleza y la interdependecia de las relaciones entre ambos países con esta frase: «Las relaciones entre Estados Unidos y España son vitales para nuestras economías, para la seguridad y prosperidad». Afirmación rotunda con la que clausuró el XVII Foro España Estados Unidos, donde también intervino el príncipe de Asturias. Pero la cita literal que ilustró esta visión de interconexión y de globalidad económica la dijo casi al finalizar: «Lo que pasa en Madrid o en Barcelona tiene repercusiones en Milwaukee». Nunca antes nadie lo había dicho tan claro… y tan visual. Tan geográfico, y tan político.

Durante aquella campaña, España estuvo presente en los debates electorales. Mitt Romney llegó a afirmar: «conmigo EE.UU. no se convertirá en Grecia, España o Italia», en una clara alusión a los problemas de estabilidad financiera y monetaria de Europa, a causa de las primas de riesgo desbocadas y los déficits públicos inasumibles. Eran tiempos en los que España preocupaba… hasta convertirse, excepcionalmente, en tema de debate electoral.

Hoy, Mariano Rajoy, casi 18 meses después, se ha reunido con el presidente Obama y sus respectivos equipos. Rajoy ofrecerá fiabilidad y confianza. Y recibirá, previsiblemente, el elogio del amigo americano. A Obama le gusta reconocer el esfuerzo de los demás y es, además, un buen anfitrión. Y Rajoy ha sido paciente y prudente en la gestión de la petición de entrevista bilateral. Las sonrisas presidirán el ambiente. Se trata de una litúrgica visita para certificar —o pretenderlo— que lo peor ya ha pasado. Nada como un oficio en la Casa Blanca.

Rajoy llevará como presentes un facsímil de una biografía del conquistador Vasco Núñez de Balboa, que fue el primer europeo en divisar el Océano Pacífico desde su costa oriental y el primero en fundar una ciudad permanente en tierras continentales americanas. Los obsequios protocolarios se completan con una copia de la carta que le envió al rey Fernando el Católico dando cuenta de sus descubrimientos y un mapamundi de la época. La Biblioteca Nacional sigue siendo un tesoro incalculable. Todo ello para referirse a la Alianza del Pacífico, una iniciativa de integración regional que trata de impulsar la libre circulación de bienes, servicios y capitales y que conforman Chile, Colombia, México y Perú. España y Estados Unidos se han integrado como observadores.

La elección de regalos de contenido geográfico es interesante… y oportuna. Robert D. Kaplan, en su ensayo La venganza de la geografía. Cómo los mapas condicionan el destino de las naciones, afirma que la globalización está reforzando, por paradójico que parezca, la importancia de las fronteras. Pero no las políticas, concebidas sobre un papel, sino las naturales. Los conflictos internacionales continúan haciendo aflorar constantes históricas, muchas basadas en la geografía. Esta se está cobrando la venganza, como sentencia Kaplan: «La geografía es el factor más poderoso en las relaciones exteriores de los estados porque es lo más permanente».

Es en esta nueva realidad geopolítica, que se produce en el desplazamiento del centro de gravedad estratégico de EE.UU. hacia Siria, Irak e Irán, que la geografía española vuelve a jugar su más poderoso atractivo para las relaciones atlánticas. EE.UU. necesita bases y, ahora, parece que también almacenes para todo tipo de residuos. Pero este planteamiento puede ser insuficiente para los nuevos retos.

Hace un año, Daniel Graf, director de Google Maps para móviles,  expresaba un punto de vista casi metafísico sobre el futuro de los mapas: «Que tú mires un mapa y que yo mire un mapa, ¿tendrá que seguir siendo lo mismo para ti y para mí? No estoy seguro de eso, porque yo voy a lugares diferentes de los que tú vas…» O yo los pienso diferentes (muy diferentes) a cómo tú los ves. La trazabilidad digital y el rastro que dejaremos en nuestros itinerarios (presenciales o virtuales) modificarán la manera que tenemos de ver los mapas y la realidad. «En el futuro inmediato, los mapas que miremos serán generados de manera dinámica y altamente personalizada, dando un tratamiento preferencial a los lugares frecuentados por nuestros amigos en las redes sociales, a los lugares que mencionamos en nuestros correos electrónicos, a los lugares que buscamos mediante nuestro motor de búsqueda», explicaban los directivos de Google.

Una nueva venganza de la geografía se cierne y condiciona el destino de las naciones. Los mapas del futuro se construirán dinámicamente sobre la información geolocalizada, como dato básico y referencial, para las relaciones económicas y sociales. ¿También para las políticas? Rajoy debería comprender que la geografía y el big data no son lo mismo. Y que los datos (los contenidos) son las nuevas fronteras y orografías de la política (y de la economía). Debería ser su prioridad, si quiere que España sea algo más que un lugar en el mapa donde clavar una conveniente chincheta digital para la geopolítica norteamericana.

Publicado en: El País (13.01.2014)(blog Micropolítica)
Fotografía: T.H. Chia para Unsplash

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