2.988 palabras

En un final muy estudiado y ensayado, Felipe VI ha concluido su elaborado discurso con un «muchas gracias» multilingüe (castellano, catalán, euskera y gallego), con vocación de reconocimiento y respeto a la diversidad, simbolizada en las citas a Machado, Espriu, Aresti y Castelao. Tras ello, cien largos segundos de aplausos casi unánimes de sus señorías, a los que —en la tribuna de invitados— Íñigo Urkullu y Artur Mas han evitado sumarse, con un sobrio rechazo.

Con esas palabras ha acabado la parte más relevante de un cuidado y largo spot publicitario de la Monarquía constitucional, que empezó con el discurso de abdicación del rey Juan Carlos, donde las imágenes, los símbolos y las palabras han estado guionizados al milímetro. Los nuevos Reyes, así como la princesa y la infanta han representado a la perfección una imagen cálida y compenetrada de familia, tan conveniente para la Corona. Desde la entrada, unidos de la mano, hasta el ósculo afectuoso que Doña Letizia ha ofrecido al rey, pasando por las miradas cómplices de la Reina a sus hijas, las percepciones del conjunto han sido eficaces y ajustadas a los objetivos de su guión. La nueva Reina estaba liberada, protagonista, y viendo en su papel de madre la gran oportunidad para ganar la visibilidad que su rol de consorte no garantiza, necesariamente. Los gestos constantes a sus hijas, las presentaciones que tras el discurso ha hecho de todas las personas que han pasado por el besamanos, han demostrado una complicidad natural de la Reina con los invitados. Hoy, Letizia ha roto el molde de frialdad y distancia que, a veces, la atrapa y la evade.

El discurso para el cual el rey pedía ayer, en broma, ideas ha estado escrito y pensado para reivindicar la Monarquía parlamentaria y su compromiso como rey constitucional. Consciente, como lo es, del trasfondo crítico que existe en la sociedad española hacia el actual modelo de Estado, así como de la necesidad de profundas reformas institucionales, Felipe VI se ha ofrecido para «escuchar, comprender, advertir y aconsejar». Y, para decepción de bastantes, no ha seguido el hilo de su padre, quien —en diciembre del año pasado— habló de actualizar «nuestros marcos de convivencia», para recordar, simplemente, que «aspiramos a una España en la que se puedan alcanzar acuerdos entre las fuerzas políticas sobre las materias y en los momentos en que así lo aconseje el interés general». Es decir, Felipe VI no parece tener prisa, aunque sea urgente el reto al que se enfrenta la sociedad española, bloqueada entre la necesidad de reformas constitucionales y la incapacidad para hacerlas con las bases (amplios y plurales consensos).

El rey no ha citado la palabra Transición. Ni ha abierto la puerta a una Segunda Transición, aunque ha reivindicado el papel su generación en el momento actual para «acrecentar» la herencia política recibida y «revitalizar» las instituciones. Sí ha garantizado nuevos estilos (sentimientos, convicciones y compromisos) que, alrededor del concepto de la ejemplaridad, parece que marcarán su reinado. Felipe VI no es un cambio, pero sí hará cambios que podrían inspirar y fortalecer una cultura renovadora. Las formas son fondo. Esta es su baza, su oferta… y, quizá, una oportunidad.

Felipe VI ha mostrado diversos registros, casi contradictorios: emoción y nervios; también seguridad y preparación. Su apuesta por la autoridad moral, que emana del comportamiento ejemplar, ha sido —seguramente— la parte más relevante de su discurso, consciente como es del deterioro de la Corona. Y habla, sin tapujos (con la oportuna cita final del Quijote), de la necesidad de que la monarquía sea un ejemplo para la sociedad. Sin autoridad moral, la monarquía no se mantendrá. La ciudadanía lo exige, y tiene toda la razón en hacerlo. Felipe VI dice que será ejemplo e inspiración.

En su discurso de 2.988 palabras «ciudadanos» es una de las que más ha citado, junto a: respeto, responsabilidad, historia, convivencia o corona. Quiere mostrar empatía, crear la percepción de que él sí que va a escuchar, de estar junto a los ciudadanos, y no por encima de ellos. Que va a merecer su orgullo. La fórmula utilizada en la jura de defender los derechos de los ciudadanos y las Comunidades Autónomas es significativa. La sutil estrategia por el orgullo (en España y en los españoles, y que estos a su vez sientan lo mismo por él) es un «pacto» que va más allá de las leyes. Es un compromiso de identificación mutua. Veremos si es suficiente. La corona hoy gana, pero España sigue con casi todos los retos pendientes. Esta será la realidad cuando el spot acabe.

Publicado en: El País (19.06.2014)(blog Micropolítica)
Fotografía: Pro Church Media para Unsplash

Enlaces de interés:
Felipe VI y Doña Letizia se dirigen en catalán a Artur Mas, que agradece el gesto (Europa Press, 19.06.2014)
Los poetas del Rey (Ángel L. Prieto de Paula. El País, 19.06.2014)
ENTREVISTA para Euronews con Francisco Fuentes (ver vídeo)
Felipe VI promete austeridad y renovación (Euronews, 19.06.2014)
El poder de los gestos del Rey (Natalia Junquera. El País, 25.09.2014)

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