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Mas, el Everest y Cataluña

Artur Mas, en la comparecencia de esta tarde en la que ha explicado (e interpretado) el acuerdo de investidura, ha utilizado una nueva metáfora. Esta vez montañera, alpina, de escaladores: «Para subir al Everest no se puede ir con sandalias». Mas, a diferencia de otras ocasiones, no ha asimilado el full de ruta a una travesía marítima, con su capitán, su embarcación, su tripulación, su ruta y su destino: Ítaca, la independencia. Esta vez, ha relacionado su proyecto político con la dificultad extrema. Es decir, con el alpinismo de los ochomiles. Con el techo del mundo. Con el Everest.

Este diciembre conmemoramos los 30 años de la primera expedición catalana con éxito a la cima del mundo. La expedición capitaneada por Conrad Blanch logró su objetivo: situar a tres alpinistas en la cumbre. Óscar Cadiach, que ya lo había intentado en dos ocasiones anteriores, fue el primer occidental que escalaba el Everest sin oxígeno por la ruta del Collado Norte y Arista Noreste, algo que, según él, abrió las puertas a un nuevo tipo de alpinismo mucho más técnico y preparado. Gracias a la fuerza de voluntad y al trabajo en equipo, el descenso que se complicó muchísimo no se convirtió en tragedia y todos los expedicionarios pudieron volver a sus hogares sanos y salvos. Sólo usaron una botella de oxígeno compartida para los tres durante la noche previa a la cima. Escalaron sin él. Antoni Ricard, el médico de la expedición, mantuvo despierto a Cadiach a través del walkie durante todo el vivac que realizó a más de 8.000 m de altitud al descender de la cumbre. Fue una de las páginas más emocionantes del alpinismo. Subir era importante. Volver, todavía más.

El marco mental de Artur Mas (o su subconsciente), al utilizar la metáfora del Everest en lugar de la marinera, ha revelado varias cosas, creo. La primera es que es consciente de la enorme dificultad de la cima que nos plantea: la más alta cumbre del mundo. Para un país como Cataluña, que nutre sus raíces culturales, históricas y sociales en montañas bellísimas, pero más practicables ―desde el Canigó, a Montserrat, pasando por el Montseny o la Pica d’Estats― la referencia al Himalaya debe haber alarmado a la mayoría de chiruqueros del país. La segunda es que en una escalada de alto riesgo no es fácil llegar, tampoco bajar, y en la cima no cabemos todos. La imagen de una cima peligrosa, helada, pequeña y escarpada no tiene nada que ver con un mar abierto y una costa prometedora.

Y la tercera es la cordada. Cuando una caminata se convierte en una excursión, ésta en una expedición y acabas en una escalada… la sensación de grupo pequeño es grande. Del paseo al precipicio. Es decir, la percepción de que este trayecto no es tan incluyente, y no todos llegan, aumenta. Con el consiguiente peligro de que, al anudar a todos los expedicionarios a la misma cuerda, cualquier leve incidente se convierta en grave accidente.

Mas acierta al decir que las sandalias no sirven para escalar. Pero su cima parece cada vez más inexpugnable, obsesiva y más exclusiva. La montaña elegida ya no es la preferida por el 52% de los electores. El temor de que una nueva cita electoral ampliara este desafecto ha sido decisivo. Y el trayecto que propone puede dejar a mucha gente fuera de la cordada. En las cumbres de esta categoría, plantar la bandera de tu país o de tu club deportivo es el icono deseado. Pero cualquier jefe de expedición razonable evita poner en riesgo a su equipo y a su grupo por un asalto arriesgado, imprudente o temerario. Muchas cimas se convierten en indeseadas tumbas.

Otra catalana, Araceli Segarra (Lleida, 1970) pasó a la historia como la primera española, y 37ª mujer, que pisó la cima del planeta, los 8.848 metros del Everest. Araceli, que revivió su experiencia en el libro Ni tan alto ni tan difícil: «Del Everest le quedó su nombre inscrito en la historia y también la sensación de que aquel resplandor de la cumbre le hizo perderse y marchar por caminos que no le convencían».

Mas dice que da un paso al lado. Pero lo importante son los pasos que va a dar Cataluña. Cuántas personas pueden seguirlos, cuántos caminos se engrandan, y cuántos llegan a la meta. Escribía el poeta León Felipe, referenciando a otro poeta, Walt Whitman, que «no es lo que importa llegar solo ni pronto, sino llegar con todos y a tiempo». Pues eso. La nueva metáfora alpina de Mas comunica peor que la marinera. Toda una señal.

Publicado en: El País (9.1.2016)(blog ‘Micropolítica’)
Fotografía: Martin Jemberg para Unsplash

Enlaces de interés:
Frases célebres de alpinistas, montañistas y escaladores
Citas montañeras. Reflexiones y frases

Fotografías:
– Artur Mas recogiendo el despacho (Facebook)

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