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Trump: está pasando, lo estás viendo

Noticias en tiempo real, 24 horas al día, los 365 días del año. Ese es el impacto informativo que la CNN causó en el mundo, especialmente desde que se estableció como fuente básica de información a principios de los noventa con la guerra de Irak y, posteriormente, en los Balcanes. Era un nuevo formato mediante el cual estábamos conectados con la actualidad constantemente, en cualquier momento. Era lo más parecido a Internet: información en tiempo real, muy cerca de los conflictos, y donde la cámara jugaba un papel decisivo. Periodistas como Christiane Amanpour mostraron una gran valentía personal y un compromiso extraordinario con las noticias y la realidad. Muchos de sus colegas perdieron la vida y siguen pagando un precio altísimo por prestar este servicio público.

En España, la cadena marcó una época con su divisa: «está pasando, lo estás viendo». Esa inmediatez informativa empezó, sin embargo, a generar otros efectos: al tener que estar constantemente informando, se empezó a analizar —en directo— cómo eran también los procesos de toma de decisiones (negociaciones, opiniones, reuniones…) de cualquier iniciativa política. Por primera vez en la historia, los políticos estaban bajo los focos de las cámaras de forma permanente, en lo que se denominó el ‘efecto CNN’. Nadie estaba ‘a salvo’, se podía informar de todo.

Hoy, las redes sociales han tomado —en parte— el relevo de la inmediatez. Pero este proceso de desintermediación (sin periodistas, sin medios) permite, también, invertir el flujo de la información. Trump está puenteando a los medios para impedir su control, su encuadre y su protagonismo en la configuración de la agenda pública.

Pero ayer esta estrategia dio un salto, al atacar, desde sus redes —una vez más— a la propia prensa y ya no de forma textual sino mostrando un agresivo vídeo donde golpeaba a un logo de la CNN, símbolo de la calidad y la libertad de prensa. Las imágenes reales corresponden a una pelea ficticia del 2007 entre Trump y el multimillonario Vince McMahon, propietario del campeonato mundial de lucha libre. Una actuación acordada por ambos en el marco de una ‘pelea entre millonarios’ ficticia. En la versión reeditada y difundida por Trump el rostro de McMahon lleva el logotipo de CNN.

En ese tuit se refería también a la cadena como ‘medio de comunicación falso’. Y no fue un calentón. Después de tener constancia de la controversia generada, y de que ese tuit recibiera miles de decenas de retuits, esperó un cierto tiempo para publicar otro contenido. Su siguiente tuit, seis horas después, volvía a atacar a lo que él considera «medios falsos», es decir, a los que no informan a su favor, con la CNN como ejemplo máximo.

Hay boxeadores que quieren ser políticos. Es el caso del filipino Manny Pacquiao, quien resultó elegido en el 2016 y ahora forma parte de la Cámara alta del Congreso. Obtuvo 16 millones de votos. «Puedo centrarme y disciplinarme, tal como hice con el boxeo, para ayudar a la nación», comentó Pacquiao. Pero lo inaudito es que el presidente Trump quiera ser boxeador. Está superando sus propios límites. Trump está grogui: ha perdido el control, el pudor y, seguramente, la razón. Está pasando, lo estás viendo.

Publicado en: El Periódico (3.07.2017)

Enlaces de interés:
¿Ha habido algún líder más ridículo en la historia? (John Carlin. El País, 3.07.2017)

 

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