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La fuerza política de un hashtag

El éxito de las convocatorias del #8M no se puede explicar sin la capacidad movilizadora de la ciudadanía conectada y el extraordinario protagonismo de los hashtags en el activismo comprometido. #MeToo, #TimesUp, #HeForShe, #WomensMarch, #NiUnaMenos, #EsMachismoCuando o #8M han tenido la capacidad de convocar, identificar, movilizar y activar recursos múltiples y diversos para el compromiso político. Las causas (políticas) han desbordado a las casas (partidarias) en el liderazgo social. Es el éxito de las multitudes conectadas y su capital transformador. Y los hashtags han sido el nexo vinculante en todas las plataformas digitales: desde Twitter a Instagram, también en Facebook. Los partidos políticos van a remolque de una eclosión movilizadora que no tiene, claramente, un protagonismo unificado, centralizado y jerarquizado.

Twitter, por ejemplo, ha activado este mes de marzo el #SheInspiresMe para dar visibilidad a las mujeres inspiradoras en todo el mundo, al detectar que la conversación en su red está modificándose, se está feminizando. Según la plataforma, la conversación sobre los derechos de las mujeres ha crecido un 50 % más en los últimos seis meses y el protagonismo en la conversación de términos como feminismo, igualdad de género o laboral no deja de crecer con contenidos de mayor calidad e interacción.

Hagamos un poco de historia. En el debate electoral de 2012 entre Barack Obama y Mitt Romney, el demócrata criticó al republicano sus políticas respecto a la poca contratación de mujeres, cuando este había sido Gobernador. Romney respondió: «es falso. Yo tengo libretas llenas de nombres de mujeres». Inmediatamente, el grave error corrió como la pólvora y el hashtag Binders full of women se convirtió en trending topic mundial destrozando al aspirante.

La burla y la mofa de los electores y usuarios digitales provocó un tsunami en la red del que no pudo recuperarse. El equipo de Obama sabía qué sucedería e inmediatamente, en un ejercicio de respuesta rápida, compró publicidad en Twitter con ese hashtag. Quien clicaba para reírse de los memes y comentarios de la gente, lo que encontraba arriba de todo de su timeline era un tuit patrocinado de Obama, pero no era una crítica, ni una llamada a sus activistas. Sencillamente, se podía leer una frase que indicaba las propuestas para la equiparación salarial entre hombres y mujeres, con un enlace a lo que se había hecho los primeros cuatro años de presidencia demócrata. Acertaron. Hicieron judo digital. Aunque seis años después, EE. UU. es el único país del mundo desarrollado que no obliga por ley a conceder una baja de maternidad, según datos de la OCDE.

La importancia de los hashtags en la competición política y electoral no siempre es orgánica o natural. La gestión «profesional» (o a veces fraudulenta) para conseguir algunos de esos trending topic también es una realidad. Como analizan Fahima Abdulrahman y Anisa Subedar en la BBC, depende de «un algoritmo que mide no solo la popularidad de los temas (en base al número total de tuits), sino la velocidad a la que se convierten en tendencia; es decir, cómo emergen ciertos debates en la red». En cualquier caso, más allá de las estrategias para reforzar burbujas que no suelen ayudar a ampliar el electorado, los hashtags —su creación, gestión y monitorización— se han convertido en un elemento central para cualquier proyecto político o causa social. Y en un enorme imán para medir e identificar comportamientos, comunidades e intereses que permitan gestiones masivas de segmentación electoral y planificación política. Lo que hemos visto hasta ahora va a ser poco respecto al uso tecnológico en el futuro de toda esta data social y política.

Finalmente, hay algo sugerente en la imagen de un hashtag y que, quizá, contribuye más de lo que nos imaginamos a su eficacia y difusión. Se trata de la almohadilla #. Es como parte ínfima de una malla, de una red. Es, en sí misma, un icono metafórico de lo que significa Internet. Juntos somos más fuertes. Si cosiéramos muchos # construiríamos una malla densa. El # es, también, una manera de vivir la conectividad y la identidad digital convirtiéndola en cotidianeidad. Esta dimensión vital, vivible, es parte de su éxito visible. La almohadilla #, aunque ya había sido utilizada para múltiples funciones, nació como vínculo digital hace casi 10 años, el 23 de agosto de 2007, en los anales de Twitter, cuando «un usuario (Chris Messina, exdirectivo de Google y Uber) propuso públicamente usar este símbolo para las conversaciones en grupo dentro de la plataforma». Diez años después, la # y los hashtags están cambiando nuestra manera de vernos en el mundo conectado y son portadores de una extraordinaria fertilización de la política.

Publicado en: El País (blog Micropolítica, 10.03.2018)

Artículos de interés:
¿Tienen los días contados los ‘trending topic’? (Mari Luz Peinado. El País, 10.03.2018)
– Sobre #MeToo se pregunta en esta encuesta sobre Violencia hacia a las mujeres (De las Heras Demotecnia. México)
El devaluado hashtag: ¿por qué se debe recuperar como elemento de importancia en redes sociales? (PuroMarketing, 2.05.2018)
– La curiosa historia del símbolo # desde sus orígenes en la antigua Roma hasta su uso actual en Twitter (BBC News Mundo, 2.06.2018)
Un ‘hashtag’ para denunciar el racismo cotidiano en Alemania (Enrique Mülller. El País, 31.07.2018)
– Podcast: El hashtag como termómetro del clima social (cuarto contenido en mi canal de Wetoker)
Del diálogo a la confrontación: cómo el ‘hashtag’ se ha convertido en un imprescindible de las redes (Leonardo Ibáñez. eldiario.es, 22.08.2020)

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