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Mujeres, tecnología e inclusión

Cuando pensamos en pioneros del mundo de la tecnología nos vienen a la cabeza referentes como Sergey Brin, Jeff Bezos o Mark Zuckerberg. Pero, ¿por qué no estamos tan familiarizados con nombres como Joy Buolamwini, Jules Coleman o Jade Le Maitre? La fuerte presencia de nombres masculinos en el imaginario colectivo y su despunte en el sector tecnológico no es otra cosa que el síntoma más palpable de la carrera de obstáculos a la que se han tenido que enfrentar las mujeres durante años para poder revertir el rol que han tenido —o se les ha permitido— desempeñar en esta industria.

Los estereotipos de género se han asentado irremediable y lentamente en el seno de una sociedad creada a imagen y semejanza del hombre para consolidarse, colateralmente, alrededor de algunos campos de estudio concretos.

Estos patrones de feminidad y masculinidad asociados a la industria tecnológica, encuentran su origen en la absurda convicción de que todas aquellas actividades que requieran capacidades intelectuales de mayor nivel son exclusivas del sexo masculino, concepción que ha desalentado y repercutido negativa y progresivamente en la integración del colectivo femenino en muchas de las carreras prestigiosas más demandadas, degenerando finalmente en una clara subrepresentación de la mujer en ámbitos como en el de la tecnología.

Un estudio publicado en la revista Science en 2017 corrobora la existencia de una previa disposición mental inculcada. El informe revela cómo las niñas, a partir de los 6 años, comienzan a evitar actividades etiquetadas como exclusivas para personas «realmente inteligentes». Las diferencias de género y las consecuentes brechas laborales existentes hoy se nos transmiten en edad temprana. En este punto, cobra especial relevancia la campaña Dream Gap, un proyecto impulsado por la empresa de juguetes Mattel con el objetivo de evidenciar y atacar, por medio del uso de un icono de impacto simbólico tan relevante como la muñeca Barbie, la brecha que existe entre niños y niñas, favoreciendo «el desarrollo de la inteligencia y las capacidades de ambos géneros para que se imaginen siendo matemáticos, ingenieros o científicos».

La dimensión de esta problemática se traslada a las carreras STEM (acrónimo de los términos en inglés Science, Technology, Engineering and Mathematics), donde la presencia de chicas solo representa el 25% del total del alumnado. En efecto, de acuerdo a algunos datos publicados por el Instituto de la Mujer, durante el curso 2016/2017 las mujeres que se matricularon en carreras como Ingeniería informática, Electrónica o Naval no superaron el 14,91%. Según la UNESCO, entre 2014 y 2016 solo el 30% de las estudiantes escogía estudios asociados al campo de las ciencias, la tecnología, la ingeniería o matemáticas (STEM). La gravedad de la situación obligó a Naciones Unidas a impulsar en 2015 el 11 de febrero como el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, una jornada proclamada con el fin de contribuir a «promover su participación y acabar con las barreras que les impiden participar plenamente en estas disciplinas».

Una iniciativa de objetivos similares es el Día Internacional de las Niñas en las TIC, conmemoración propulsada por la UIT y la Comisión Europea cada 28 de abril que nace con la voluntad de «concienciar sobre la creciente importancia de las habilidades digitales para seguir».  En Madrid, y en el marco de esta jornada, se celebró el evento ICT Girls, un acto organizado por Enel, JA Italia, ELIS y Endesa que promueve la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres en el campo de la ciencia y la tecnología.

Lo cierto es que, a pesar de que el impacto de la minimización del papel de la mujer en la tecnología ha obligado al género femenino a nadar durante décadas en sentido opuesto al culturalmente fijado, esta infrarrepresentación femenina en el mundo de la tecnología no les ha impedido llegar a tierra firme. Actualmente, cada vez son más las mujeres que logran hacerse un hueco en este nuevo contexto de transformación y revolución digital.

Una prueba de la incesante lucha y la cada vez mayor adhesión de voces femeninas en la cúspide de la tecnología es la red  Women In Technology (WIT), un proyecto cuya voluntad es la de revertir y combatir el problema de raíz. La iniciativa comprende una serie de programas educativos que se articulan atravesando todas las edades y acercándose a múltiples campos de estudio. El programa educativo Girls in Technology (GIT) es un ejemplo de ello. Sus sesiones sirven para que la organización, a través de la creatividad y la innovación, estimule a las niñas para que se interesen por carreras STEM. El mismo efecto deriva de The Leadership Foundry (TLF), un programa que prepara a las mujeres de una edad más avanzada para formar parte y liderar juntas directivas.

Algo parecido se impulsa en Barcelona de la mano de Mamen Marti, encargada del proyecto #BCNTech4Women, una iniciativa promovida por Barcelona Tech City que apuesta y se involucra proactivamente en el compromiso por la igualdad de género.

Paralelamente, en Allwomen.tech, también trabajan diariamente para «conformar el futuro de las mujeres en la tecnología». La iniciativa, impulsada con el apoyo de MOB Barcelona y Barcelona Activa, imparte cursos prácticos y talleres de innovación tecnológica destinados a la creación de espacios en los que las mujeres logren formarse y hacerse con las herramientas suficientes como para poder dar respuesta a todas las oportunidades laborales que la industria tecnológica ofrece.

Una de las conclusiones que podemos extraer, en un día tan representativo como el #8M, es que la emergencia de estas y muchas otras iniciativas que aspiran a catalizar el empoderamiento de la mujer son cruciales para revertir la brecha tecnológica actual. De hecho, el impacto simbólico que emanan las mujeres que visibilizan su presencia en puestos de responsabilidad es lo único que preparará y blindará a futuras generaciones frente a todos los estereotipos de género heredados del pasado.

Lo fundamental es, por tanto, que asumamos y seamos conscientes de lo crucial que resulta aprender a desafiar conceptos erróneos y deshacer las rutas tradicionales fijadas. Solo trazando —y recorriendo— un camino más inclusivo que conduzca a mujeres y niñas de todo el mundo a formar parte activa en el campo de la tecnología, conseguiremos normalizar lo que nunca debió ser una excepción.

Nota: Algunas de las iniciativas que se destacan en este artículo, se han recogido en el boletín digital LiFe (Liderazgo Femenino), en el que comparto recursos, pistas y enlaces de interés que pueden servir como inspiración para la acción política y social desde el Liderazgo Femenino. Te invito a suscribirte aquí.

Publicado en: Dialogando (Fundación Telefónica Movistar Ecuador, 8.03.2019)

Artículos de interés:
10 Women in Science and Tech who should be household names (Emily Dreyfuss. Wired, 8.03.2019)

 

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