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El ‘yo extendido’

Hace unos años, cuando los móviles irrumpieron en nuestras vidas, nos sorprendía saber que los consultábamos, como media, 150 veces al día. Conceptos como nomofobia (proveniente de no mobile phone phobia) destacaban entre las nuevas patologías sociales de este siglo.

El estudio State of Mobile 2022 analiza cómo los usuarios y usuarias de los diez mayores mercados del mundo pasaron su tiempo con los smartphones en el 2021. El informe destaca que estamos casi cinco horas de media usándolos. Una realidad que tiene efectos físicos y psicológicos y que nos hace recuperar la idea del yo extendido de los años 50 y cuya teoría fue planteada por Russell W. Belk a fines de los 80. Un yo extendido basado en considerar como parte de nuestro cuerpo y nuestra realidad como individuos elementos, objetos, que podemos usar y controlar constantemente, que forman parte de nosotros de una manera tan propia (en nuestro uso y proyección) que pueden llegar a definirnos, extendiendo así nuestra identidad, nuestro modo de hacer y pensar.

Otro estudio aplica esta teoría del yo extendido al comportamiento de los usuarios y usuarias, en este caso de iPhone, midiendo los efectos físicos de separarlos de sus móviles mientras hacían una actividad que requería concentración. Los datos mostraron que la imposibilidad de poder atender al teléfono, mientras sonaba, aumentaba el ritmo cardiaco, el malestar y conducía a una disminución del rendimiento cognitivo. Además, los niveles fisiológicos de ansiedad (presión arterial) subían como respuesta a la separación de los individuos de sus dispositivos.

Actualmente, además de tecnología e identidad extendidas, podríamos hablar de otra realidad de la que estamos muy cerca: el yo ampliado, potenciado, como consecuencia de la aplicación de la inteligencia artificial y la incorporación de tecnología en nuestro cuerpo (chips, memorias digitales…), en una especie de concepción de capa tecnológica en nuestros sentidos (visores de realidad aumentada o nuestro modo de estar en el metaverso, por ejemplo).

El debate sobre dónde empieza —o termina— nuestro yo, cuáles son los perímetros y contornos de la identidad, en este tránsito de la sociedad digital a la sociedad artificial, será un gran debate ético, tecnológico y político.

Publicado en: La Vanguardia (24.02.2022)
Fotografía: Robin Worrall para Unsplash

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