Vencer al odio

El odio es contagioso. Muy contagioso. Convierte a cualquiera en una persona irracional, imprevisible, vengativa y capaz de actuar desde la violencia física o verbal. El odio necesita destrucción del adversario reducido a enemigo. Es una emoción que no se serena nunca. «El odio es una tendencia a aprovechar todas las ocasiones para perjudicar a los demás», decía Plutarco.

Algunos proyectos radicales, que hacen de la polarización su instrumento para competir, necesitan azuzarlo para galvanizar a sus seguidores. Sin odio, no hay cohesión. Convertir a un activista político en un fanático odiador es efectivo: nunca cejará en su empeño, nada le hará cambiar de opinión, resistirá hasta lo indecible.

La audiencia global, el esquematismo de muchas de nuestras conversaciones, el uso reiterado de prejuicios e ideas preconcebidas, el carácter viral que caracteriza internet, una cierta pasividad individual ante la violencia retórica de algunos fanatismos online, la fuerza y la organización de numerosas redes extremistas… todo ello es un excelente caldo de cultivo para el virus del odio social, cultural o político.

En su brillante ensayo, Contra el odio, Carolin Emcke (premio de la Paz de los libreros alemanes y una de las intelectuales europeas más destacadas de su generación) apunta: «El odio solo se combate rechazando su invitación al contagio. Es necesario activar lo que escapa a quienes odian: la observación atenta, la diferenciación constante y el cuestionamiento de uno mismo.» La autora manifiesta con contundencia: «que se pueda vociferar, ofender y agredir sin freno no me parece ningún avance para nuestra civilización. Al igual que muchos otros, no estoy dispuesta a acostumbrarme».

Necesitamos un combate intenso y determinado para vencer esta lacra. Una acción coordinada que nos permita enfrentarnos a este deterioro colectivo. En lo personal, vacunarnos cultural y emocionalmente —incluso espiritualmente— contra el odio en cualquiera de sus manifestaciones iniciales. En lo político, una corresponsabilidad compartida entre los actores políticos sobre las consecuencias de la degradación verbal, la acusación ad hominem y el desprecio al adversario. Y, en lo comunitario, no dejar pasar una. Los pequeños odios diarios son los que alimentan la insaciable sed de venganza.

Publicado en: La Vanguardia (12.01.2023)
En esta ocasión, he pedido la colaboración de Carla Lucena para realizar la ilustración de este artículo.

Otros contenidos

Personalidad alcohólica, poder peligroso

Las últimas semanas están poniendo a prueba —aún más— nuestra extraviada y necesaria serenidad. El mundo parece más enloquecido y las pequeñas rendijas de...

Keynote en Tech Spirit Barcelona 2025 (11 diciembre)

Hace unos años, en 2021, tuve el placer de participar en la edición Tech Spirit Barcelona 2021, un evento organizado por Tech Barcelona, hablando...

¿Rebelión contra las ‘big tech’ y sus algoritmos?

TikTok no funciona en China como en el resto del mundo. Su logo es igual y también lo son sus formatos de publicación e...

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.