En 2009 veía la luz Ejemplaridad pública, un ensayo del filósofo e intelectual Javier Gomá que forma parte, junto a otras obras, de la Tetralogía de la ejemplaridad. El autor planteaba la ejemplaridad como principio necesario y organizador de la democracia moderna, proponiendo «el ideal de la ejemplaridad pública, igualitaria y secularizada, como principio organizador de la democracia en la convicción de que, en esta época postnihilista, en la que autoritarismo y coerción han perdido su poder cohesionador, solo la fuerza persuasiva del ejemplo virtuoso, generador de costumbres cívicas, es capaz de promover la auténtica emancipación del ciudadano».
En política, hablar de un político o una política ejemplar nos lleva a definir a una persona que se preocupa por el bienestar y los intereses generales de la comunidad que representa y que actúa de manera transparente y honesta en su ejercicio del poder, con total integridad. La ejemplaridad se aferra, en su esencia, a valores éticos y morales sólidos, y es por ello que exige del o de la líder política que sea un modelo de conducta en todas las facetas de su vida. También en su vida privada. O especialmente en ella.
La desafección, la desconfianza, el desinterés de la ciudadanía por la cosa pública (políticos e instituciones) se produce muchas veces al constatar la falta de verdad, de autenticidad, que se oculta en gestos vacíos que responden a intereses muy alejados de sus intereses, del bien común, y que, en el peor de los casos, contribuyen a modelar una cultura de la corrupción que se instala poco a poco con total impunidad y que afectan la calidad democrática y la esperanza de creer que otro marco de referencia (sano, participado y constructivo) es posible.
Quizá, estar siempre en el ojo de mira, bajo presión (y evaluación) sea un alto precio a pagar, pero la autoexigencia y el trabajo por ostentar y transmitir una verdad es condición indispensable para garantizar una política útil y honesta, que pueda atender las necesidades reales de la ciudadanía y representar, realmente, los valores de la sociedad a la que se sirve. Hoy, más que nunca, todos somos ejemplo de algo o para alguien y la clave está en decidir para qué (hacia qué objetivos) y cómo (de qué manera) canalizamos nuestra influencia y empoderamiento.
Publicado en: La Vanguardia (2.03.2023)
He pedido la colaboración de Alberto Fernández (La Boca del Logo) para realizar la ilustración de este artículo.