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Ellas con el nombre. Ellos con el apellido

Cristina Fernández, Hillary Clinton o Ségolène Royal. Todas son más conocidas política y mediáticamente por su nombre. Lo hemos visto en sus campañas electorales.  En cambio, ellos —¿curiosamente?— son más conocidos por el apellido. Néstor es Kirchner para los argentinos. Barack es Obama para los norteamericanos. Y Nicolás, es Sarkozy para los franceses. Sarko para sus admiradores. Pasa lo mismo con la chilena Michelle Bachellet. Más Michelle que nunca. Sólo resiste, en popularidad y visibilidad mediática el apellido de la alemana Merkel. Angela, de momento, en círculos reducidos.

Cristina Fernández ha sido la última en incorporarse al combate electoral. Como Hillary Clinton ha sido consorte y primera dama. Pero ahora, como ella, aspira a convertirse en la jefa de Gobierno y primera ciudadana. Su irrupción ha causado una gran conmoción demoscópica y política. Con cerca de un 50% de intención de voto es la mejor situada para ganar las próximas elecciones presidenciales del próximo 28 de octubre en Argentina. Cristina podrá emular en poder y afecto a la mítica Evita, esposa del general Perón que nunca pudo presentarse como candidata por recelos militares y de partido. Y conseguirá el cargo de presidenta que Isabel Martínez, Isabelita, (tercera esposa y viuda de Perón) obtuvo tras la muerte del general, ya que era, en ese momento, la vicepresidenta del gobierno. Pero esta vez, los argentinos se habrán expresado a través de las urnas. No habrá sucesión, sino una elección limpia y, al parecer, rotunda.

Hay muchos parecidos entre Hillary y Cristina: Carácter fuerte. Belleza madura. Inteligencia emocional. Política profesional. Programa populista. Y vidas paralelas con maridos expresidentes que fueron sus novios universitarios, estudiantes de derecho. La revista Newsweek se pregunta si Cristina no es una versión ligeramente más joven que Hillary Clinton, con encanto latino».

A Cristina le gusta la comparación. Citó a Bill Clinton en su espectacular presentación como candidata el pasado jueves en el Teatro Argentino de La Plata. Y el vídeo promocional que se visionó la emparejaba en reuniones de trabajo con Hillary y con otros líderes internacionales. La política exterior será una de sus prioridades futuras, como demuestra la visita a España, sólo dos días después del lanzamiento de su candidatura. No es una advenediza. Actualmente senadora como Hillary, consiguió su  escaño de diputada ya en 1989 y plantó cara desde el grupo parlamentario al poderoso Carlos Menem, mucho antes que su marido sacudiera —como un revulsivo— el espacio sociológico del peronismo con la creación del Partido Frente para la Victoria con el que consiguió la presidencia argentina. Hace sólo dos años la votaron el 46 % de los votantes de Buenos Aires (la provincia más poblada de Argentina) ganando a otra «señora de»: Hilda González de Duhalde (quien fuera también presidente de Argentina).

Poderosa en los gestos y en el verbo, trabaja su puesta en escena con cuidado profesional. Le obsesiona la belleza, aunque no siempre asociada al buen gusto, según varios expertos. Demasiada laca y exceso de maquillaje. Combate vehementemente el paso del tiempo y ensalza sus atributos sin rubor y sin complejos, lo que es visto como vanidad petulante por sus adversarios. Viste caro y le entusiasman las joyas y la bisutería. No olvidemos que la retina cultural y estética de Argentina tiene como referentes a la popular y amada Evita o a la envidiada y deseada Cecilia Bolocco, exmujer del expresidente Menem.

Su capacidad para ejercer el liderazgo es incuestionable. Así como su habilidad para desmarcarse de los errores y escándalos que están cercenando la popularidad de su marido al final de su mandato. El reciente y sorprendente episodio de la bolsa de plástico llena de billetes (140.000 dólares, 50.000 euros y 100.000 pesos) en el baño privado del despacho ministerial de la ex titular de la cartera de Economía, Felisa Miceli, es el último caso. Mucho dinero,  en un país donde el 27 % de la población vive en la pobreza y que, hasta hace muy poco, era recordado en todos los foros económicos internacionales como el ejemplo de una economía corrompida por la avaricia y la corrupción, vacía de paridad monetaria real. Argentina, recordémoslo, ha estado muchos años fuera del FMI bajo un duro plan de ajuste monetario.

Quiere que la llamen Cristina y «primera ciudadana» aunque su más o menos autorizada biografía lleva por título «Reina Cristina«, de la que es autora la periodista Olga Wornat. Unas claras credenciales en un país donde es habitual y socialmente muy extendido que las señoras utilicen su apellido inmediatamente seguido del «de» su marido. Los medios de comunicación no se han cansado de recordarnos —¿por qué? ¿por ser mujer y esposa?— que «tiene ideas propias». Pero, más allá del trasfondo misógino que destilan tales afirmaciones… lo que sí es muy claro es que tiene ideas concretas que conectan muy bien con la sociedad argentina. Se expresa con una oratoria brillante y  un estilo fuerte que sus adversarios, en todos los frentes, no dejan de etiquetar como propio de una persona autoritaria y rígida. Ahí está parte de su suerte electoral, si tal imagen cuaja entre los electores para quien postula el «dialogo social» como receta política para ejercer su «modelo de acumulación e inclusión social».

La rapidez con la que el desenlace público de la candidatura se ha resuelto es una prueba de su capacidad para planificar, hasta el más mínimo detalle, su ofensiva imparable. Una candidatura que se presentó como una lúcida y oportuna ocurrencia (que reiteradamente era expresada por comentaristas, políticos, incluso por el mismo presidente) hasta configurarse, definitivamente, como la opción ganadora del peronismo progresista.

Hillary y Cristina tienen una gran oportunidad. La primera si supera, en la primavera de 2008, la denominación demócrata frente a candidatos muy poderosos como Barack Obama, y compite frente al sucesor de Bush en el campo republicano. Y la segunda, si consigue la victoria en otoño de 2007 y se convierte en la primera presidenta electa de Argentina. Las dos pueden incorporarse al grupo de mujeres que lideran parlamentos, como Nancy Pelosi, o que presiden sus países, como Pratibha Patil, la nueva presidenta electa de la India. Ellas, con sus nombres, expresan —y reflejan— cambios profundos en la política representativa.

Artículos asociados:
Las mujeres tienen apellido (Cristina Sen. La Vanguardia, 3.02.2018)

Enlaces de interés:
Elecciones Argentina 2007
Elección Argentina

La presidenta de Argentina y otros asuntos
Fuente: El País (19.11.07)

Cristina, marca de la campaña
Fuente: LNTeVe (22.07.2007)

Polémicas estrategias de campaña
Fuente: El País (18.10.2007)

CFK
Fuente: La Vanguardia (31.10.2007)

Casa Rosado
Fuente: La Vanguardia (01.11.2007)

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