Neuroderechos

El domingo pasado se inició la convención que redactará una nueva Constitución de Chile. El proceso, que comenzó con un plebiscito en octubre de 2020, culminará con otro de «salida» que se realizará a mediados de 2022, en el que los chilenos y chilenas tendrán que aprobar o rechazar el nuevo texto. En medio, varias elecciones de ámbito local, regional y las presidenciales de noviembre. De los 155 representantes, el 64% es independiente y solo un 36% milita en partidos políticos. Resultado: imprevisible.

La iniciativa, que no ha estado exenta de tensiones e incertidumbres, se abre como una oportunidad para fortalecer y renovar la democracia, en un país que está sumido en una crisis política, social y económica desde el estallido de octubre de 2019. Es un proceso innovador, tanto por su carácter paritario como por la inclusión de los pueblos originarios, que está llamado a abordar los desafíos del siglo XXI y a explorar el desarrollo de nuevos derechos, como los de nueva generación vinculados al medioambiente o a la tecnología. Chile es hoy un laboratorio político extraordinario.

Mientras, en la vieja Cámara de Diputados, los parlamentarios tantean nuevos horizontes y perímetros legales en la actual Constitución. Chile está a pocos pasos de convertirse en el primer país en regular los neuroderechos. El año pasado varios parlamentarios del país ingresaron una iniciativa que busca definir la identidad mental como un derecho no manipulable y, así, proteger la mente de los avances de la Inteligencia Artificial y la neurociencia. De ser aprobado, resguardaría derechos como la privacidad mental, la identidad personal, el libre albedrío de pensamiento, el acceso equitativo a tecnologías y la protección contra sesgos y discriminación.

El objetivo: reducir la brecha entre los avances tecnológicos y la regulación y garantizar una serie de derechos digitales que protejan a la ciudadanía en una democracia que puede quedar rehén de los algoritmos.  

La idea llegó a Chile en 2019 de la mano de Rafael Yuste, catedrático de la Universidad de Columbia y portavoz del Grupo Morningside, un colectivo de académicos que recorre el mundo advirtiendo a los Gobiernos de la necesidad de proteger este tipo de derechos. Proteger el cerebro es proteger al ser humano. Si hay neurociencia y neurotecnología, que exitan también neuroderechos.

Publicado en: La Vanguardia (8.07.2021)
Fotografía (Pixabay)

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