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Legitimidad política

La fragilidad de la democracia, su debilitamiento continuado, es una realidad que se constata en diferentes estudios desarrollados en los últimos años. Uno de ellos es el informe del Latinobarómetro, que se lleva a cabo desde hace más de 25 años y analiza la realidad política y social de América Latina y el Caribe. En 2021, este informe ya apuntaba que solo el 48% de la población regional apoyaba la democracia, un porcentaje que refleja un contundente retroceso de 15 puntos desde el 63% del año 2010.

En el estudio publicado en 2023, La recesión democrática de América Latina, se observa cómo la satisfacción con la democracia queda bajo mínimos, con un porcentaje del 28% (el mínimo histórico se situó en el año 2018, con un 24%), alejándose de manera contundente de ese 63% de hace 13 años. También, y por primera vez, se preguntaba a las personas encuestadas si consideraban que los partidos «funcionan bien», y se obtenía un 77% de respuestas en desacuerdo con esta afirmación. Estos son datos de América Latina, pero la fatiga democrática no es regional, es global. Y la tentación autocrática sigue creciendo como opción.

¿Existe un déficit de legitimidad democrática? ¿Se están modificando los principios de legitimidad del poder político? ¿Cómo pueden reaccionar los partidos políticos? ¿Su deterioro arrastra y hunde a la democracia? En 2020, la politóloga Hélène Landemore, en su obra Open democracy: Reinventing popular rule for the twenty-first century, ya hablaba sobre un nuevo paradigma, la «democracia abierta», apoyado en cinco principios: participación ciudadana, deliberación inclusiva, representación democrática, principio mayoritario (acceso igualitario a la autoridad) y transparencia total. La obra aborda cómo un nuevo modelo de democracia que abra el poder a la ciudadanía común podría fortalecer la inclusión, la capacidad de respuesta y la rendición de cuentas.

Hace unos meses, Landemore se dirigía a los parlamentarios participantes en la Segunda Cumbre de Comisiones de Futuros, celebrada en Uruguay, espetándoles: «Los ciudadanos son el centro del sistema, no los políticos». El reset que se necesita consiste en una continuada e intensa tarea de politización no gremialista y una acción revitalizante por causas políticas, no por casas políticas.

Publicado en: La Vanguardia (7.12.2023)
He pedido la colaboración de Carla Lucena para realizar la ilustración de este artículo.

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