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¿Debemos cambiar de política o de presidente?

El próximo día 3 de enero empieza la auténtica carrera electoral para las elecciones presidenciales de noviembre de 2008. Después de largos meses de innovadores debates televisivos con apoyo de nuevos medios digitales, constantes encuestas on y offline, donaciones de grandes y modestos contribuyentes y la irrupción de la videopolítica y de las redes sociales, le ha llegado el turno, finalmente, a las urnas y a los caucus. Las primarias de Iowa y de New Hampshire del 8 del mismo mes, marcarán, casi definitivamente, la suerte de los candidatos republicanos y demócratas.

Estas primarias están muy condicionadas por el final agónico de la presidencia de Bush. Nunca antes un presidente había llegado al final de su segundo mandato con cotas de popularidad tan bajas y con el abandono de sus máximos colaboradores (como Karl Rove). El presidente se ha quedado solo, abandonado por sus fieles y por la opinión pública. Es tal el escenario desolador de la presidencia Bush que, también por primera vez, ni tan siquiera su vicepresidente se presenta a las primarias de su propio partido. Desolación y decepción absolutas. Nunca, tampoco, un presidente había dilapidado todo el afecto y todo el apoyo (nacional e internacional) que recibieron los Estados Unidos de América tras el ataque terrorista del 11S en 2001. El desastre político es total.

Esta situación puede condicionar el proceso de primarias. Corren malos tiempos para los programas y las políticas. El electorado siente una necesidad urgente de renovación en el liderazgo del país. Hay tanta ansiedad por pasar la página de Bush que parece que ésta sea la única prioridad. Pero conviene hacerse esta pregunta: ¿Cambiar de comandante en jefe o cambiar de política? Barack Obama, por ejemplo, apuesta por un cambio de políticas («La audacia de la esperanza») y la nueva presidencia sería su consecuencia lógica. Habla de restaurar el sueño americano y para ello es imprescindible otro presidente. Mientras, Hillary se ofrece como el cambio experimentado, seguro y decisivo de comandante, que permita recuperar la autoestima de los norteamericanos en la presidencia y en su país.

Todos los analistas coinciden en que los hispanos fueron decisivos para que Bush ganara dos elecciones, pero las posiciones duras de los republicanos en materia de inmigración pueden alejar al electorado latino más tradicional hacia posiciones demócratas. Según un estudio del Pew Hispanic Center el voto hispano se inclina por los candidatos demócratas en un 57 % frente al 23 % republicano. Hillary, y sobre totdo Bill Clinton, están cuidando los gestos y las propuestas para ganarse el voto latino. Pero los hispanos, en lugar de halagos y palmaditas en la espalda, tienen que pensar —sobre todo— en las políticas y en los programas que afectan a la sanidad, la inmigración y la educación que son algunos de los temas clave para su desarrollo.

En Iowa, por ejemplo, aunque el número de latinos registrados para votar sólo representa poco más del diez por cierto del total de votos emitidos en las elecciones de 2004, ese porcentaje puede ser decisivo para decidir el resultado en el caucus del próximo 3 de enero. La Oficina de Asuntos Hispanos de Iowa eleva la estimación al 20 %, lo que supondría un avance histórico de visibilidad política para una comunidad de 125.000 personas en un Estado con 3 millones de habitantes, aunque representa el grupo de población con mayor crecimiento. Una encuesta de la  Universidad de Iowa sitúa la inmigración como el tema más importante para dos de cada tres votantes republicanos, mientras sólo un tercio comparte esta opinión entre los demócratas.

Todavía está muy presente en la opinión pública la redada contra indocumentados que arrestó a 1.200 personas en diciembre de 2006 con masivas deportaciones y cientos de familias fracturadas. El año pasado, al menos 13.000 niños estadounidenses vieron como deportaban a uno o a ambos de sus progenitores. En total, unos Latinos Unidos de Iowa afirma que «muchos latinos ni siquiera saben que vamos a tener una elección o qué es un caucus«. Además, el sistema de asambleas y debates para elegir delegados puede ser un freno para una comunidad que puede tener dificultades para experesarse con fluidez en inglés. Pero en el caucus de Iowa, las votaciones se ganan con muy pocos votos de margen y cada voto es realmente decisivo. La voz latina depende sólo de los latinos. Si las políticas más restrictivas ganan en este pequeño estado rural, el tema de la inmigración puede convertirse en el elemento central de la campaña para movilizar el voto más conservador y reaccionario como un nuevo elemento de cohesión.

Los latinos necesitan otro presidente. Pero sobre todo se necesita otra política internacional, otro programa social e inmigratorio, y otro partido. Incluso una nueva épica y un nuevo relato del sueño americano. El ciclo político republicano toca a su fin. Las victorias demócratas en las pasadas elecciones al Congreso y al Senado son el inicio de un movimiento de fondo, más profundo, que moviliza las conciencias de la opinión norteamericana. Hay síntomas de una regeneración moral y ética en la política norteamericana que encuentra en el ex vicepresidente y actual Premio Nobel, Al Gore, un reflejo de la necesidad urgente de reaccionar. Todavía hay tiempo para cambiar y para liderar la gobernabilidad democrática del mundo con un nuevo papel para los Estados Unidos. Los hispanos pueden ser decisivos. No se queden en casa, por favor.

Publicado en: Diario Siglo21 (27.12.2007)(versión en .PDF)

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