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Europa: del sueño al desafecto

El pasado mes de febrero se publicaron los datos del último Eurobarómetro, basado en una encuesta elaborada en noviembre del 2013. El análisis de resultados no podía ser peor para las instituciones públicas estatales, pero también para las europeas. Mientras que la confianza en las instituciones políticas nacionales sigue disminuyendo (solo el 23% de los ciudadanos confían en sus gobiernos —eran el 25 % en la primavera del 2013—, y solo el 25% confían en sus parlamentos), la confianza en la Unión Europea es de solo un 31%.
Las instituciones europeas están mejor posicionadas que en la valoración a los gobiernos y parlamentos nacionales, sí (y así se vanaglorian en el informe), pero los números de diferencia son ínfimos. Además, el 66% de encuestados consideran que su voz no se escucha en Europa. Si tenemos en cuenta que en el 2009 el nivel de «imagen positiva de la UE» era del 50% y ahora es del 31%, vemos como la desafección también ha llegado a la Unión Europea.

La buena noticia es que la desafección no es por la democracia en sí, sino por las instituciones y por los políticos que forman parte de ellas. Hay un alto grado de apoyo democrático y no se duda de su legitimidad, pero sí de la práctica política en sí. Las razones son diversas, pero la crisis y el modo como ésta ha afectado a los ciudadanos es una fuente segura de desafectos, que ya no confían ni en líderes ni en partidos políticos, por su actitud en las instituciones. La prueba la tenemos en que las preocupaciones que más citan los ciudadanos europeos son, con mucha diferencia, el desempleo y la crisis económica.

Es por esta razón que observamos cómo es en aquellos países que más han acusado la crisis donde más ha bajado la confianza en las instituciones, incluidas las europeas. Grecia y España son los máximos exponentes. Se trata de países donde la valoración de las diferentes instituciones europeas siempre había sido, indefectiblemente, mayor que la media del resto de países. Por ejemplo, en un reciente informe estadístico, publicado el 14 de marzo, se observa cómo la confianza media europea en el Europarlamento es del 44%, siendo del 57% en el 2004. Es en dos de los baluartes históricos del europeísmo, como España y Grecia donde más ha bajado esa confianza. En España, es del 25%, siendo del 64% en el 2004. En Grecia, del 28% (era del 66% en el 2004). La confianza en el Consejo europeo y en la Comisión aún es más baja. A lo que hay que añadir la culpabilización y la relación directa que, desde amplios sectores de opinión pública, se hace de las políticas de ajustes y recortes, asociándolas a decisiones «europeas».
El próximo mes de mayo son las elecciones, y no llegan en buen momento para la UE. Solo volviendo a hacer creer en Europa, especialmente a los países más perjudicados por la crisis y por las decisiones tomadas en Bruselas, se conseguirá mejorar una participación de por sí baja históricamente. Este mayo del 2014, la abstención podría llegar a ser alarmante para el futuro europeo.

Publicado en: El Periódico de Catalunya (31.03.2014)(versión .PDF)
Fotografía: Henry Buenen para Unsplash

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1 COMENTARIO

  1. La pregunta es «¿quién le pone el cascabel al gato?». O dicho de otra manera, ¿por dónde empezamos? La UE necesita reformas institucionales para adaptarse al siglo XXI, cosa que muchas veces olvidamos en este marasmo de datos.
    ¿Quién debe tomar la iniciativa? ¿Quién debe elaborar una hoja de ruta?
    Sinceramente, no veo otra (utópica) salida que la convocatoria de unas elecciones constituyentes para la UE (y de paso, para España).

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