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Empatía política

La empatía implica la capacidad de comprender y compartir las emociones, experiencias y perspectivas de los demás, incluso cuando difieren de las propias. Implica, especialmente, tender puentes entre diferentes maneras de ver el mundo, de entender la política. Literalmente: ponerse en los zapatos de la otra persona, hacerse cargo de sus miedos y esperanzas. Más que seducir, se trata de comprender.

Como señala Jaime Durán Barba, en el prólogo de la nueva edición de mi libro Gestionar las emociones políticas (Gedisa, 2023): «En la sociedad robotizada se alteró el espacio que ocupamos los seres humanos. Cada vez es más reducido, intenso y desafiante. (…) La comunicación política no debe dirigirse a individuos aislados, sino a seres humanos que pertenecen a comunidades, y dependen de su aprobación. Son seres sociales que tienen sentimientos y transmiten sensaciones».

No se puede pensar en lo que siente la otra persona sin ningún ápice de empatía. No se puede gobernar una sociedad a la que no se entiende. Y ningún político debería hacerlo si no sabe ponerse en los zapatos de su ciudadanía, entender sus preocupaciones y sus necesidades.

Sin puentes, aumentan la polarización, la desconfianza y la brecha entre gobernantes y gobernados. Desaparecen los puntos de encuentro y el vacío entre distintas maneras de pensar se hace cada vez más grande. George Lakoff explicaba recientemente que, en Estados Unidos, «se habla mucho sobre el déficit federal, pero deberíamos hablar más sobre nuestro déficit de empatía».

Sin empatía, la democracia deja de ser sana y funcional, porque se deja de comprender a la ciudadanía. El propio Lakoff citaba un discurso del presidente Biden: «La empatía es el combustible de la democracia, la voluntad de verse unos a otros, no como enemigos, sino como vecinos». Si solo nos centramos en las diferencias políticas, la brecha crece. Si, por el contrario, intentamos ser empáticos, tal vez creemos puentes, que acortan caminos y superan divisiones.

Chantal Mouffe, en su libro El poder de los afectos en la política, dice que «en política importan tanto los programas como la capacidad de despertar emociones comunes». Sin empatía, no puede haber emociones comunes y, por ende, los extremos se hacen más y más distantes.

Publicado en: La Vanguardia (28.06.2023)
He pedido la colaboración de Eduardo Luzzatti para realizar la ilustración del artículo.

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