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Las cuatro crisis de Trump

Este artículo forma parte de la serie de contenidos del espacio ELECCIONES USA 2020, donde irán escribiendo distintas firmas invitadas.

Hace 210 días Donald Trump era optimista en lograr la reelección. La economía iba bien, su popularidad estaba en torno al 49% en febrero (la mayor de la legislatura) y ningún candidato demócrata sobresalía demasiado… pero en este 2020 han pasado muchas cosas. 

Hoy, Joe Biden supera a Trump en todas las encuestas. Real Clear Politics le da un 10,2% de ventaja. De hecho, es el récord de diferencia este 2020. Y no se trata sólo de diferencia en voto general, sino que gana también en los estados clave que dieron la victoria a Trump en 2016, como Wisconsin, Pennsylvania, Michigan y Florida que es lo que realmente importa en el sistema electoral estadounidense. 

En 2016, Trump ganó por muy poco: Wisconsin, por 27.257 votos; Pennsylvania, por 68.236 votos; y Michigan, por 11.612 votos. También Florida, por 112.911 votos (un 1,2% de sus votantes). Lo improbable (que ganara Trump en todos estos estados) le dio la victoria en 2016. Saber si Biden puede arrebatarle estos estados permitiría saber si, también, logrará la presidencia en 2020. Por ahora, eso parece. Tal como indica Ana Alonso, y según las últimas encuestas, de los 12 swing states el presidente sólo ganaría en Georgia, Texas y Maine, mientras que Biden se impondría en Florida, Carolina del Norte, Pennsylvania, Arizona, Ohio, Michigan, Nevada, Wisconsin y Iowa.

Después de estos 210 días, el apoyo a Trump ha caído en general desde febrero: a finales de septiembre llegaba al 46% de valoración positiva (pese a que ha aumentado cuatro puntos desde agosto). ¿Qué ha pasado estos 210 días horribilis?  ¿Es definitivo? Todo puede cambiar, por supuesto, pero considero que cuatro han sido las crisis que han variado radicalmente este optimismo de Trump en ser reelegido:

1. La crisis sanitaria

La primera crisis es la sanitaria. La COVID-19 ha matado a más de 210.000 personas en los Estados Unidos y ha dejado sin trabajo a millones. Donald Trump pasó de no darle importancia a la crisis («es una gripe») a encabezar ruedas de prensa diarias a mediados de marzo. A partir del 17 de marzo, cuando dejó de minimizar el virus y empezó a comunicar, su valoración respecto a su gestión frente a la COVID-19 llegó a ser del 53% positiva, su récord absoluto, aumentando 9 puntos desde febrero. Pero, a partir del 24 de abril, después de plantear inyecciones de lejía contra el virus, fue cayendo. En junio, según Morning Consult, estaba en el 41% de valoración positiva, su peor valoración desde el inicio de la crisis sanitaria. Hoy, en la última encuesta de octubre, según Reuters/Ipsos, está incluso peor: sólo tiene un 37% de valoración positiva respecto a su actuación frente a la pandemia. Su valoración no ha dejado de caer y le ha resultado casi imposible remontar en estas encuestas sobre su gestión, incluidas las encuestas entre los votantes republicanos. Si no lo ha logrado desde abril, difícilmente (a menos que lance una vacuna de inmediato) conseguirá cambiar ahora esta percepción que se tiene sobre él. 

2. La crisis económica

La segunda crisis es la que está a punto de llegar, o que aún es incipiente. Todas las perspectivas apuntan a que esta crisis impactará sobremanera en la vida de muchos estadounidenses. Y una fuerte crisis —o su perspectiva— afecta a la valoración negativa del presidente. Sin embargo, la opinión sobre la economía, por el momento, es aún medianamente positiva. En Real Clear Politics, la media de encuestas indica que la valoración del trabajo del presidente en economía es buena. Tiene, a 10 de octubre, un 51% de aprobación por un 47,2% que lo desaprueba. No sólo eso, sino que ha aumentado tres puntos de aprobación desde julio. En febrero de 2020, justo antes de la pandemia, estaba en un 56,1% de valoración positiva. He aquí el quid de la cuestión: de nuevo, «es la economía, estúpido», y en ella iba a basar claramente su campaña de reelección. 

Por ahora la economía sigue siendo su mayor baza. Parece que Trump ha esquivado esta crisis y, si todo se basara en la economía, seguiría teniendo posibilidades electorales. 

De hecho, una encuesta de Gallup de hace menos de un mes hacía la la famosa pregunta de Ronald Reagan: «¿Diría que usted y su familia están mejor ahora que hace cuatro años, o están peor ahora?». La friolera de un 56 por ciento dijo que sí, que están mejor ahora. Y es una cifra impresionante porque ningún otro presidente (ni Reagan) llegó a esa valoración. Faltará ver qué importancia le dan los electores a esta crisis económica respecto a las otras tres.  

3. La crisis racial

La tercera crisis es la racial y estalló en junio. Un 66% de los estadounidenses, según Ipsos, desaprobaba en aquel momento cómo Trump estaba gestionado la crisis de los disturbios por la muerte del afroamericano George Floyd a manos de la policía. Sólo el 7% de los afroamericanos y el 22% de las personas menores de 30 años aprobaban su gestión. Un tercio de los republicanos tampoco creía que su gestión fuera buena. 

Trump mantuvo una postura muy dura, incluso amenazó con sacar al ejército. Y lo hizo por dos razones claras. En primer lugar, para seguir mostrándose como un líder fuerte; y, en segundo lugar, y más importante, lo hizo con la esperanza de que, si había grandes protestas, los indecisos se asustarían y votarían republicano, como ya sucedió en la campaña electoral de Richard Nixon de 1968, que apelaba a la mano dura contra las manifestaciones de finales de los años 60 contra la Guerra de Vietnam. 

Y existen datos sobre cómo afectó a las elecciones. En un reciente estudio de Omar Wasow, un politólogo de Princeton, se demostraba que «las protestas violentas de 1968 probablemente causaron un cambio de tendencia de voto de entre el 1,6 y el 7,9% entre los blancos a favor de los republicanos, lo que originó la victoria de Nixon». Con base en estos datos, Wasow calculó cuál habría sido el resultado de las elecciones de 1968 en «un escenario en el que Martin Luther King no hubiera sido asesinado el 4 de abril de 1968 y no se hubieran producido inmediatamente después de su muerte 137 protestas violentas. Bajo este escenario, Hubert Humphrey habría ganado 763.040 votos más a nivel nacional, lo que significaría, al conseguir algunos swing states, 84 votos electorales adicionales que le hubieran permitido ganar las elecciones de 1968». 

En resumen, el candidato demócrata perdió esas elecciones presidenciales por los disturbios causados por sus potenciales votantes, que asustaron y movilizaron a votantes republicanos. Aunque el contexto es diferente, esta sería una esperanza para Trump (que ha hecho campaña para relacionar los disturbios directamente con Biden y con el «socialismo»). Sin embargo, la disminución de estas protestas acabaría con esta posibilidad. De ahí que Trump trate de mantener su tono duro, intentando que cualquier nuevo acto de protesta consiga esa animadversión de los votantes. Y algo de éxito ha tenido: las encuestas de NPR muestran ahora una gran división entre los estadounidenses, del 66% que apoyaba esos desórdenes en junio se ha pasado a un 48% en octubre. También se ha recuperado, entre los votantes demócratas, la idea de que los manifestantes están actuando en su mayoría de manera ilegal y el 85% de ellos opina así, en comparación con aquellos que piensan lo contrario, y que son el 81% de los demócratas y el 53% de los independientes. 

La polarización es total en este asunto en estos momentos, pero no lo era hace cuatro meses. Esa es una victoria para Trump. Para su desgracia, si no hay un aumento de las protestas en todo el país, esta crisis se está diluyendo mediáticamente, y puede no darle réditos. 

4. La crisis de su positivo en COVID-19

La cuarta crisis tuvo lugar la semana pasada, con el positivo en COVID-19 del propio Trump. Esa crisis podría haber tenido muchas consecuencias, en mi opinión, si hubiera empeorado mucho su salud. Eso es lo que le pasó a Boris Johnson, que en los tres días que pasó en la UCI, en abril, aumentó unos increíbles 20 puntos porcentuales en valoración positiva en encuestas. Pero en el caso de Trump, su rápida recuperación y que volviera reafirmándose como el líder fuerte que todo lo supera y que incluso —y al contrario de Johnson— siga minusvalorando la enfermedad, no parece que le haya dado ningún rédito electoral. De hecho, el 67% de los votantes, según Reuters/Ipsos, opina que Trump podría haber evitado contagiarse si hubiera tomado las medidas adecuadas y que, por tanto, fue irresponsable. Pero las encuestas de su valoración global no han variado. 

En este sentido, esta gran y última crisis (por el momento) parece no haber tenido efectos (pese a dedicar medio millón de dólares en publicidad online de su candidatura). Y esa es también una mala noticia para Trump. Porque es tanta la polarización conseguida estos meses (porque le permite fidelizar voto) que nada parece cambiar la intención de voto del 11% de indecisos que quedan. 

¿Y las elecciones? Han sido cuatro grandes crisis en 210 días, y quedan ya pocos días para las elecciones. Las encuestas parece que no varían. Pero recordemos que sólo son encuestas. En 2016, y como indiqué en el libro Seis historias que explican la victoria de Donald Trump, Kiko Llaneras decía que Trump tenía un 10% de probabilidades de ganar, pero que eso son las mismas posibilidades de lograr un seis doble lanzando dos dados, o de que el Barça pierda un partido. Es poco probable, pero puede ocurrir. Si pasó en 2016, pueden fallar ahora. Las encuestas sólo miden momentos. Todo puede pasar. Y todo dependerá de la movilización, especialmente de las minorías. Si se quedan en casa, sobre todo en los suburbios de los estados clave, como pasó en 2016, Trump puede sacar aún ese seis doble, por muy complicado que parezca.

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