Más de lo mismo

Existen varios factores psicológicos y emocionales para que la ciudadanía piense que la política no cambia, que ninguna candidatura merece la pena. Que todo es más de lo mismo.

En primer lugar, está el sesgo de confirmación, que es la tendencia a buscar, interpretar y recordar información de manera selectiva para confirmar las creencias ya existentes. Cuando las personas han tenido experiencias pasadas negativas o desilusionantes en el ámbito político, es posible que busquen evidencias que respalden su creencia de que las cosas seguirán igual. Por ejemplo, un debate terriblemente crispado puede confirmar que la política no va a mejor y que no es creíble.

En segundo lugar, está el concepto de aprendizaje por asociación: si lo que muchas personas han aprendido de la política es que se miente y no se cumplen las promesas, es probable que, por asociación, piensen que sus futuras experiencias políticas serán similares y, por lo tanto, pueden desarrollar una actitud de desconfianza y hastío.

Y el hastío es una emoción. Y una muestra de la pérdida de la ilusión por un cambio posible en la política y en la sociedad. Pensar que todo es más de lo mismo significa no diferenciar a las candidaturas, una de otra. Y es, también, un símbolo de que las cosas no se están haciendo correctamente, que la polarización hace impracticable el reto de gobernar, que no hay espacio para llegar a la población menos politizada, que se ha erosionado la legitimidad y la confianza en las instituciones. Porque ya no se confía en esos políticos, porque no entusiasman, porque no logran persuadir ni convencer de que ellos sí que son diferentes al resto, que no son más de lo mismo.

Entonces, las opciones más plausibles pueden ser: votar con la nariz tapada a quien se considere menos malo, abstenerse, ejercer un voto de castigo, votando a un partido que represente un voto útil y testimonial para esta motivación, aunque sea inútil para gobernar, o usar el último resorte: el voto nulo.

Las razones para votar, y los mecanismos que provocan el voto, siguen siendo complejas y, a veces, incomprensibles. Pero sí que sabemos ya que las emociones influyen en la motivación y el compromiso político y (las negativas) pueden llevar a adoptar actitudes de apatía, desinterés o incluso rechazo.

Publicado en: La Vanguardia (13.07.2023)
He pedido la colaboración de Alberto Fernández (La Boca del Logo) para realizar la ilustración de este artículo.

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